Encuentros

Gatoperro, sangre y literatura

 

Gatoperro es la encarnación musical de David Llosa en forma de trovador eléctrico que amalgama una tradición que va desde Bob Dylan a Nacho Vegas pasando por el más afligido Quique González. Concebido en un paisaje noctámbulo donde se trafica con la soledad y el desarraigo, sus canciones hacen de emocionante banda sonora con la que entonar la desazón existencial.

 

“Instrucciones para cortarse un brazo” significa su nueva referencia, un escueto -en cuanto a duración- repertorio sobrado sin embargo para reproducir, desde una mayor heterodoxia formal, un embriagador y doliente escenario por el que transitan unos pasos que retumban bajo una imponente y desasosegante lírica. Razones más que suficientes para departir sobre todo ello con su autor…

Han pasado cuatro años desde tu anterior trabajo, ¿ha existido alguna canción o hecho determinado que te impulsara a poner en marcha este disco o ha sido un proceso paulatino?

Es evidente que han existido algunas debacles personales y pequeños e íntimos renacimientos sin los cuales estas canciones no existirían. Sin embargo, cuando las grabé no tenía la pretensión de que conformaran por sí mismas una unidad. En 2023 realicé un buen chorro de temas, y fue al verlos junto a los demás cuando me di cuenta de que estos debían separarse del resto, por sonido y por crudeza. También preferí consignarlas por una cuestión personal, de desprenderme de las circunstancias y los paisajes que las habían inspirado.

¿En lo musical fue ese incremento en su instrumentación y un sentido más onírico y embriagador lo que acabó por identificarlas?

Sí, al grabar estas canciones específicamente tenía claro que quería un sonido así, aunque a la vez había otras de una formulación más clásica, digamos, y fue precisamente esa condición onírica y embriagadora de la que hablas la que de alguna manera las dotaron de identidad propia. En este sentido tengo que destacar la aportación de Jaime Hortelano, que fue el que me ayudó a llevar esas ideas musicales a la práctica. En cualquier caso tampoco creo que haya habido una mayor profusión de instrumentos, sino que simplemente hay sonoridades que han tomado el mando en detrimento de otras y de alguna manera sí hay una mayor complejidad de capas, pero también creo que hay un punto espartano, minimalista, en algunos pasajes. Prefiero pensar que hay más sutileza que aglomeración.

Esa puesta en escena contiene además ingredientes más contemporáneos, que rompen un poco con la idea canónica tradicional de la canción de rock, ¿había esa pretensión?

Romper no, porque en realidad ha sido una grabación bastante ortodoxa. Sí que hay una visión, por decirlo de alguna manera, más atmosférica, menos directa.. Quizás hemos jugado con referencias de décadas más cercanas como los noventa o los primeros dos mil, que es una música que generacionalmente a mí me toca muy directamente. También es cierto que hay canciones en otros discos míos, como «Moscú» o «De pájaros y cadenas», por ejemplo, que no desentonarían aquí, solo que en este caso ese tipo de composiciones se han adueñado del foco.

¿En todo ese acabado sonoro cuánta responsabilidad han tenido los músicos que te acompañan y también la mano de Paco Loco?

La música es una experiencia colectiva siempre, y todos los eslabones de la cadena son importantes. Ni este disco ni ningún otro sonaría igual sin las personas que lo grabaron. Me acuerdo de Pato, Jairo, Diego, y Chilo, con los que empecé a dar forma a algunas de estas canciones en plena postpandemia para un disco que se murió antes de nacer y que aquí y allá aparecen en el disco.

Y luego hay tres personas que han dejado mucho en estas canciones. Una es Jaime Hortelano que ha hecho de Virgilio en mi particular infierno de Dante. Otro Miguel Herrero, que generosamente me abrió su casa y su estudio y se sumergió a fondo en estas canciones aportando todo su arsenal instrumental. También Paco obviamente aportó en las mezclas y supo entender, con esa naturalidad que le caracteriza, por dónde queríamos ir. No puedo olvidarme tampoco de Pablo Fugitivo que en esa parte final me pegó un empujón definitivo. Como siempre fuimos al estudio con unas maquetas sólidas, pero los mejores recuerdos de las grabaciones siempre son comunitarias y por eso fue tan difícil el año 20 y 21.

A lo largo de las canciones nos encontramos con nombres propios, localizaciones, hechos concretos, lo que ayuda todavía más a ese formato autobiográfico que parecen contener, ¿hay tanto en estas canciones de la vida de David Llosa como parece?

Hay incluso más… pero al mismo tiempo un disco no es un diario ni una confesión al cura, las canciones son canciones, algo por encima o por debajo de la vida… No les sienta bien el realismo, tiene que haber sangre, pero también literatura.

El tono del disco es desgarrador, donde la soledad y el desarraigo se impone como acento prioritario, ¿son ese tipo de sentimientos los que te incitan especialmente a escribir?

No siempre, pero alguien dijo una vez que las canciones tristes son las más importantes porque son las que necesitamos cuando estamos tristes. En cualquier caso no creo que sea un disco únicamente marcado por la tristeza, también hay rabia, que es un tipo de tristeza muy diferente, y sobre todo un pulso de supervivencia, una intención de sobrevivir a las circunstancias.

Un paisaje que se repite a lo largo del disco es el de los bares, el alcohol, pero observado sin atisbo de mística, más como una escapatoria frente a la vida…

Claro, yo he escrito mucho sobre la noche y los bares, sobre la vida en los márgenes, la anestesia del placer y los seres que habitan en la penumbra. He celebrado todas esas cosas, no sin ciertas dosis de inconsciencia y amargura. Pero aquí el enfoque es diferente, la noche se acabó, cada uno tiene que pagar lo suyo y la cuenta no es pequeña… Es escandalosa.

En varios momentos hablas de ese intento por ser diferente, ¿es posible hoy en día escapar del mandato generalizado o para eso se necesita entregar la propia vida?

Bueno, es una pregunta bastante filosófica, pero creo que inevitablemente siempre entregamos la vida al vivirla, da igual que te mantengas a un lado o al otro de la alambrada. Al final no hay escapatoria.

 

Las dos últimas canciones del disco, que contienen un tomo más social y/o político, las has denominado como “bonus track”, ¿era una forma de diferenciar ese aspecto más intimista de otro más orientado a mirar al exterior ?

Exacto, pero en realidad, “Instrucciones para cortarse un brazo”, más que un disco, es un EP compuesto por esas cinco primeras canciones. Los dos bonus track los incluí simplemente para dar algo más a la gente que compre el álbum. «Music free» y «Nueva subnormalidad» son dos temas completamente diferentes que de alguna manera conforman un apéndice o un epílogo, pero que no tienen nada que ver con las demás, aunque sí entre ellas. Son canciones efectivamente que miran hacia fuera.

“Nueva subnormalidad” ya desde su título parece bastante explícito a la hora de sentenciar a quienes esperaban que saldríamos mejor de la pandemia…

No, por dios, yo no sentencio a nadie, no soy juez. Es verdad que no creo que se salga mejor de las crisis ni de las épocas de bonanza, el material humano es el que hay. Pero sí me hace gracia esta sensación de excepcionalidad que se ha instalado, de que el mundo está permanentemente en crisis, una crisis sin precedentes, como si alguna vez no lo hubiera estado. El mundo es caos, puro vaivén, que dice Rafa Berrio.

Por su parte, en “Music Free” despotricas contra todo aquello que pareces señalar como la banda sonora con que se expresa esa “nueva subnormalidad”…

Efectivamente. Lo que pasa es que en esa canción le pongo nombres y apellidos a las cabezas de la Hidra: Amancio Ortega, Amazón, Ikea, etcétera,… Pero también trato de decir que la culpa no es de esos dioses modernos, sino nuestra, porque nos gusta vivir en la caverna superficial y consumista en la que vivimos o al menos nos acojona mucho abandonarla.

De momento el disco no va a estar disponible para ser escuchado en ninguna plataforma musical, en lo que parece toda una declaración de intenciones de darle mayor valor al formato físico. ¿Hasta qué punto crees que desvirtúa, tanto para el autor como para el oyente, esa forma de escuchar tan apresurada a través del streaming?

No le quiero dar valor al formato físico en concreto, el disco se puede descargar también de manera digital. Lo que quiero es dar valor a nuestro trabajo. A nadie le pediría que regale algo en lo que lleva trabajando meses o años. Efectivamente como dices es simplemente una declaración de intenciones, un brindis al sol, sé que lo que yo haga no es significativo a nivel colectivo, pero es importante para mí y yo me quedo más tranquilo. No puedo participar alegremente en un sistema que me parece alienante y pernicioso. Además me parece una forma interesante de averiguar a quién le interesa realmente lo que haces. De todos modos algunas canciones sí estarán disponibles en plataformas y mis discos anteriores siguen ahí, así que tampoco me parece ningún drama, el que quiera acercarse a ver lo que hago lo tiene fácil.

En Facebook, con motivo de esta decisión, has dicho que sabes que el mundo va en una dirección diferente pero que sienta muy bien hacer las cosas como a uno le da la gana, ¿hasta qué punto es arriesgado impedir que quizás gente que se podría emocionar con tus canciones no pueda acceder a ellas?

Ya te digo que creo que dejo las puertas abiertas para el que quiera entrar. En cualquier caso no veo mayor riesgo que vivir en dirección contraria a tus convicciones.

Viendo el contenido tan intenso que contiene este disco, ¿cuál fue la sensación, personal, no artística, que sentiste cuando tuviste el disco acabado?

Cuando uno escucha sus propios discos una vez terminados sigue fijándose en la parte, digamos, más técnica. Yo creo que es cuando las cantas frente a otras personas cuando llega el estupor, cuando regresas a esos lugares y te puedes sentir expuesto, pero como te dije antes las canciones no son un diario y lo guapo es que la gente las hace suyas y las adapta a sus propias circunstancias.

 

Texto: Kepa Arbizu

 

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