Encuentros

Lydia Lunch & Marc Hurtado, dos súper dos por la senda de la destrucción

 

 

 

Lydia Lunch y Marc Hurtado tomarán al asalto la sala El Sol el 25 de junio para conjurar el repertorio de Suicide y Alan Vega. No en un homenaje, sino una ceremonia para revivir el espíritu iconoclasta y de cero auto felación de los neoyorquinos.

Lydia es la sacerdotisa que revive las esencias de la confrontación no wave, como hizo con Teenage Jesus And The Jerks, habitante de aquella  madriguera oculta en lofts donde habitaban titanes del free jazz y poetas punk, todo ello es el adn primordial de su faceta como escritora y performer y de ese Nueva York que dejó de existir hace tres décadas. Aunque Lydia no necesita presentación, su carrera discográfica ha utilizado diversas fórmulas musicales; desde el decadentismo blues y el romanticismo redneck en Shotgun Wedding (1991) junto a Rowland S. Howard, diversos álbumes con el Wagner del sampleo JG Thirlwell y un largo historial de colaboraciones donde el sonido ha sido siempre intransigente con el espectador e impermeable a sus expectativas. Por todo ello, es normal que uno de sus colaboradores actuales sea el doctorado en campañas de destrucción musical Weasel Walter.

Marc Hurtado pertenece a la misma constelación pero desde la perspectiva europea, más sofisticada y esotérica, fue uno de los pioneros de la música industrial en Francia. Su grupo Étant Donnés cortó a dentelladas el cordón umbilical de la electrónica francesa, esa que va desde el Groupe de Recherches Musicales, pasando por Heldon hasta Jean Michel Jarre.

Sin duda Lydia Lunch y Marc Hurtado poseen el conocimiento y la técnica para invocar el espíritu de Frankie Teardrop. Esta charla con ambos, prefiere profundizar en cómo fue para ellos ser poseídos por el espíritu del dúo más minimal, y terminal, de la historia del rock’n’roll hecho con un sintetizador. Su interpretación del canon Suicide dicen por ahí que es una blitzkrieg chamánica, aunque dudo de que el ritual sea una reivindicación de la pachamama.

 

 

¿Cuál de tus facetas; cantante, compositora o escritora te gusta cultivar más y por qué?

LL: Todo gira en torno al lenguaje y la poesía. Considero la música como la ametralladora que dispara las balas de mis palabras.

Escribiste un libro de cocina The Need to Feed: Recipes for Developing a Healthy Obsession for Deeply Satisfying Foods: A Hedonist’s Guide que se publicó en 2012. ¿Cuéntame sobre tu relación con la comida, la cocina y la gente?

LL: Aparte del sexo, la comida es una de las cosas más íntimas que puedes compartir con la gente. Me encanta la idea de que estén comiendo pedazos de mi ADN cuando he tocado la comida o la he cocinado.

Esta va para ti y para Marc. Vienes de una subcultura donde la provocación y el uso de una agenda que trata temas incómodos, está en consonancia con vuestra estética sonora, lo que también proporciona varias capas de lectura. ¿No crees que hoy, en retrospectiva, gran parte de tu obra se entenderá literalmente? ¿Consideras que puede llevar a alguna mala interpretación?

Marc: Para mí no hay una gran diferencia en la forma en que el público percibe o entiende lo que he hecho en el pasado con Étant Donnés o lo que estoy haciendo en el presente. Una diferencia notable es el fin del silencio. De hecho, al final de todos los espectáculos de Étant Donnés desde 1977 hasta mediados de los años 90 no hubo respuesta sino un silencio total, casi religioso. Me resultaba asombroso a nivel comunicativo.

Nadie sabía si aplaudirnos, tirarnos piedras, salir corriendo o lanzarse a nuestros brazos. La pregunta principal que creo se hacía el público fue “¿Qué presencié? ¿Qué significa esta pelea entre dos hermanos desnudos? ¿Por qué ese sonido ensordecedor? ¿Por qué esas luces cegadoras? ¿Por qué esta violencia extrema entre estos hermanos? ¿Es un espectáculo, una performance, un ritual, un concierto, un momento de vida, un ataque a los sentidos, un acto de comunión espiritual?”. Durante más de quince años el público no entendía realmente nuestros espectáculos, tal vez porque nosotros mismos no queríamos subrayarlo poniendo palabras, era un acto poético, violento, verdadero, una especie de demostración de que no hay diferencia entre la carne y el espíritu.

Nuestros primeros espectáculos no duraban más de 7 minutos, desplegamos una violencia y energía tan intensas que ni un solo espectador se quejó de la duración, de hecho, el sufrimiento y el placer entremezclados afectaban a la percepción del tiempo que tenía el público. Lo que buscábamos era coger al público de la mano, sumergirlo en el torbellino de nuestro espectáculo y nuestra alma para luego dejarlo caer desde lo más alto posible, de la manera más abrupta posible, buscábamos un trastorno total del percepción del tiempo, espacio, interior, exterior, sueños, realidad, cuerpo y alma.

Durante la década de los 90 el público empezó a aplaudir, y esto nos hizo preguntarnos “¿Perdimos el sentido original de nuestro espectáculo, no fuimos lo suficientemente violentos como para pulsar sus emociones profundamente?”

La conclusión a este hecho, es que hay una especie de aceptación a largo plazo, ligada a una especie de reconocimiento en torno al trabajo a largo plazo, el aplauso está orientado como un signo de amistad o un sentimiento de pertenencia a una forma de pensar que en realidad no es mejor a cuando el público se quedaba inmovil en shock.

¿Os consideráis incomprendidos?

 LL: Todos cogen algún aspecto de lo que hago, generalmente aquello con lo que puedan identificarse en ese momento. Por supuesto, la mayor parte de lo que digo tiene varios significados diferentes. Ser comprendida o ser legible no es tan importante para mi.

Marc: Sí, muchas veces y al mismo tiempo no quiero que me entiendan porque yo mismo no quiero entender lo que hago, quiero ser espectador de mi ser, de mi creación. Como decía Rimbaud: «Soy otro. Esto es evidente para mí: soy testigo del florecimiento de mi pensamiento: lo miro, lo escucho». Quiero que el misterio sea total para los demás y también se mantenga para mí.

Contarnos cómo eran Alan Vega y Martin Rev fuera del escenario. Un poco de tu experiencia personal con ellos, tus momentos favoritos. Pero también explica cómo os enfrentáis a su repertorio.

Marc: Conocí a Martin Rev por casualidad en 1989 en una esquina de Nueva York, el día después de un concierto de Étant Donnés en el The Kitchen. Luego empezamos a mantener correspondencia, luego tocamos juntos y finalmente hice una película sobre Suicide con él y Alan Vega llamada Infinite dreamers en 2016.

Martin es un personaje misterioso, un músico brillante, un hombre discreto, inteligente e inventivo al que respeto mucho pero no lo conozco tan bien como a Alan.

Conocí a Alan Vega en 1990, tocó en una sala casi vacía en Gotemburgo con el mismo entusiasmo que ante 1.000 personas. En 1993 sugirió que grabaramos un álbum juntos, lo que se materializó en las 4 pistas largas del álbum Re-up en 1998, en el que también participan Lydia Lunch y Genesis P.Orridge.

Hice en 2010 el álbum Sniper con él, seguido de algunas colaboraciones más y dirigí 5 películas con Alan Vega, 2 videos musicales, un documental sobre su obra visual y el largometraje Infinite dreamers.

Grabé el último video de Alan en un hospital de Nueva York dos meses antes de su muerte, me dio un testimonio sobre diferentes partes de su vida como si de una declaración de intenciones se tratará, acababa de romperse la cadera y no había señales de que su muerte tuviera lugar tan pronto. Cuando salí de su habitación me gritó “¡Marc, te amo!”,y ante la entonación de su voz tan potente y demoledora tuve el presentimiento de que no volvería a verlo. Con el tiempo nos hicimos amigos, cada concierto juntos era una especie de ceremonia mágica.

Compartir la creación con Alan Vega durante 18 años fue una experiencia de éxtasis, una luz conmovedora y carnal que te envuelve y te impulsa hacia el más allá. Puedo decir que fui literalmente absorbido por el caos, la gracia y la carga emocional volcánica de Alan Vega, él me ayudó a tocar lo intangible, haciendo visible lo invisible.

Estos conciertos de Lydia Lunch y yo interpretando canciones de Suicide surgieron por accidente como la mayoría de las cosas hermosas. Cada vez que trabajaba con Alan Vega en discos, Lydia Lunch estaba ahí. Por ejemplo Sniper con Alan Vega termina con un dueto de Lydia Lunch y Alan Vega.

En 2014 tuve que tocar en Francia en un festival con Alan Vega pero él no pudo venir porque estaba muy enfermo. Inmediatamente le propuse a Alan la idea de traer a Lydia Lunch para cantar en su lugar, sabía que Lydia había conocido personalmente a Alan y Martin desde los primeros tiempos de su llegada a Nueva York y era una admiradora de sus actuaciones y música.

Lydia aceptó inmediatamente y me dijo: «¡Soy el mejor doble de Alan!». El concierto fue un éxito. Y a partir de ahí llevamos diez años tocando en el escenario canciones del repertorio de Suicide y Alan Vega sin hacernos preguntas sobre el concepto de estos conciertos, es solo un momento de placer y energía, un fuego compartido con el público. Lydia aporta toda su personalidad, su fuerza, su poesía y su libertad a la hora de interpretar rompe todas las barreras de un simple homenaje. Para nosotros no se trata de un homenaje sino de dejar arder la llama de esta música para que haga explotar nuestros cuerpos y almas.

Cuando tocas ¿Tienes alguna intención concreta o solo con el estado de ánimo que pretendes crear durante la actuación?

 Marc : Sí, claro, mi gesto está dirigido por el deseo de derribar toda la concepción de la representación musical, invertir los valores, hacer del espectador un actor, mezclarme con la multitud para desaparecer en su cuerpo, en su mente. Quiero cautivar al espectador, por eso la voluntad es imprescindible, es el arco, la intención es la flecha, la diana es el corazón del espectador.

Marc ¿Siguen activos Étant Donnés? Lo último que escuché, y recuerdo haberlo fue vuestra banda sonora de A New Life (2002), que fue lanzada por Virgin. También quería preguntarte cómo fue trabajar con un sello multinacional y cómo sucedió.

 Marc: Hace años que no hago música para Étant Donnés, estoy demasiado ocupado con mis proyectos en solitario, colaboraciones con los artistas que amo o mis películas. Hemos tocado  en los últimos años muy esporádicamente, de hecho solo aceptamos hacer espectáculos si está presente el apartado técnico que requerimos para llevarlo a cabo. Preferimos no tocar más que dar un espectáculo de Étant Donnés que decepcione al público y a nosotros, por ejemplo, las luces no tienen una función ilustrativa en nuestros conciertos, pero sí tienen un papel espiritual hipnótico esencial.

Eric y yo empezamos un álbum juntos hace mucho tiempo basado en un poema del trovador Raimbaut d’Orange pero aún no está terminado, es una especie de trabajo infinito que tal vez nunca termine. La vie nouvelle fue editado por Virgin y fue un desastre, menos de dos meses después de su lanzamiento el sello, viendo las bajas ventas del disco, prefirió pasar todos los discos por la trituradora antes que seguir vendiéndolos y así aprovechar para no pagar derechos mecánicos ni regalías. Fue la única experiencia que tuve con un sello multinacional importante, nunca he intentado repetir esta experiencia desastrosa.

Lydia, has estado escribiendo y actuando durante décadas. ¿Cómo mantienes tu archivo de obras y el entusiasmo?¿Cómo evitas que te timen?

LL: La gente me teme demasiado como para estafarme. La Universidad de Nueva York tiene mis archivos, pero yo controlo todo lo relacionado con mi material, desde la redacción de nuevos prólogos y ediciones a cualquier otro detalle.

Y para terminar. Siempre has sido una artista cuya obra se confronta con la “normalidad” o por lo menos el barniz que oculta las relaciones sociales ¿Qué significa eso para ti? ¿Te resulta difícil hacerlo hoy en día? Ya que somos bombardeada con una cantidad enorme de estímulos

LL: Hoy en día es más importante que nunca desafiar toda la mierda y la estupidez que constantemente nos meten en la garganta. Y por lo tanto, seguiré desafiando todas esas tonterías.

 

Texto: Iván López Navarro

 

 

 

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