Encuentros

ZA! & Perrate, cuando te juntas con malvados no nace tanto

 

Hay algo de magnético, singularmente cósmico en la unión de Za! y Perrate. Si la mente pudiera imaginar una realidad sin espacio ni tiempo, seguramente su música sería una buena banda sonora. Un fluir de energías límbico, que más que cerrar y concretar, seduce por sus ganas de desembocar en un sinfín de posibilidades. Su arte une, y conjuga lo universal en lo incierto. Pura cuántica artística. Como dicen ellos todo ha sido fluido. Y no me extraña, porque esta charla es también un buen ejemplo de fluidez.  Dos, tres, cuatro…¡Contacto!

 

Sois dos mundos diferentes que se fusionan o simplemente se junta algo que nunca tendría que estar separado

Tomás: Bueno, yo creo que ni una cosa ni la otra.  Son dos cosas que se unen y que ya sabrá dios por donde nos va a llevar.

Tomás, esa pregunta va más por el hecho de que el mundo tiene la tendencia de etiquetarlo todo, que al final es una forma de separar, y yo pienso que todo está mucho más unido. Y no es tanto fusión sino el recordar que todos estamos juntos, que todo está más unido de lo que pensamos.  Por ahí iba la pregunta

Tomas: Pienso que los músicos estamos barajando prácticamente un mismo idioma y es fácil tener un punto de encuentro si todos tenemos la misma sed de aprendizaje. Y eso es lo que realmente nos ha unido a Za! y a mí.

Edi: Sí, yo creo que hay elementos que, aunque parezca que son mundos muy distintos en la superficie, no lo son tanto en la profundidad. Tomás y nosotros coincidimos en la curiosidad y sobre todo en el afán de investigar para atrás, pero también para adelante. Y el jugar con distintos elementos también. Ojalá esta forma de diálogo que se presta a veces en la música, se pudiera aplicar más fácilmente en el habla y en otras facetas de lo humano y lo relacional. ¿No? Porque la música es un lenguaje en el que se presta mucho el escuchar al otro, ceder, sumar no desvirtuar lo que eres, pero poder dejarte prendar de otras cosas que ocurren a tu alrededor. Y esto es muy válido en otros aspectos de la vida.

Ahora me venía también que en esos estilos de música que son muy de raíz, como puede ser el blues o como puede ser el flamenco, suelen haber fuerzas muy conservadoras, que defienden esa ortodoxia como si fuera un dogma.

Tomás: Sí, pero yo creo que conservacionista, para mi resulta que es la música que hacemos nosotros también.  Aquí hay una cuestión insalvable y es que el flamenco musicalmente está estructurado de una de forma determinada. Cada palo tiene una estructura musical definida. Y si no lo respetas, no estás haciendo flamenco, lo que estás haciendo es popeando una melodía andaluza, entiéndeme. Pero si quieres hacer flamenco, hay que respetar el palo de la Seguiriya, de la Soleá, de la Bulería, del Tango, etc. Entonces, en ese sentido, sí que somos hiper respetuosos. Yo no hago nada con Za! que no sea flamenco clásico. A mí esto me parece más conservacionista que la postura de los, entre comillas ortodoxos. Porque al final estamos alimentando a un público, quizá más joven, que se está iniciando en esta disciplina con una música que es más entendible pa ellos, como es la música que realiza Za!. A mí eso del conservacionismo ortodoxo me parece un engaño, algo totalmente ególatra por parte de unos cuantos que quieren vivir de eso, pero si haces caso a la realidad o le preguntas a gente que viene a nuestros conciertos veras que lo ven parecido a nosotros.

Edi: Sí, yo creo que no solo pasa en el flamenco, sino en la mayoría de músicas. Al final las músicas tienen una raíz, y esta forma de conservacionismo muchas veces es desconocimiento de la raíz. Es decir, es defender a capa y espada un formato que quizás tiene 100 años y que hace 150 se hacía de forma distinta. Por lo que, si investigases más, te darías cuenta que hay unos puntos en común, como dice Tomás y otros que han ido cambiando a lo largo del tiempo.  En la tradición van variando ciertas cosas y hay otras que se mantienen. Y me viene a la cabeza un ejemplo. En Portugal hay los guardianes del fado. Y estos defienden que hacer folklore sin acordeón es un sacrilegio. Pero hay que recordar que el acordeón llegó durante la primera guerra mundial y que cuando llegó se la consideró una especie invasora que venía de fuera.  En Portugal no se tocaba el acordeón en 1900 y por aquel entonces, como te puedes imaginar, ya se hacía música tradicional. Esa especie invasora que fue el acordeón cambió para siempre la música tradicional portuguesa, pero sigue habiendo ciertos patrones que permanecen iguales desde hace siglos. Hay que ver que es lo que varía y que es lo que permanece y eso es el poso importante, el ADN, que en el caso del flamenco sería la Seguiriya, la Bulería, la Soleá, etc.

 Siguiendo en esta línea, podríamos decir que en los últimos tiempos estamos viviendo una explosión de respeto hacia nuestras raíces, como mínimo desde la música pop. Yo creo que hasta un cambio de mirada. Después de estar tanto tiempo expuestos al monopolio de la música anglosajona, empiezan a salir muchos músicos y artistas que hacen investigación y que recuperan nuestras raíces, nuestro folclore. Ahora mismo me viene a la cabeza lo que hicisteis Za! y la Transmegacopla o incluso tu Tomás al cantar la Sibila  mallorquina. ¿Cómo veis este contraste entre la exposición hacia lo anglosajón y este nuevo paradigma donde se plantea recuperar nuestras raíces al servicio del pop?

Tomás: Pues no sabría yo decirte.  A mi realmente me gusta mucho cualquier disciplina musical y normalmente me meto en todos los charcos que puedo.  Sobre todo por curiosidad personal y porque me gusta mucho cantar… y porque tengo unos compañeros geniales por donde quieras que me muevo que me lo ponen muy fácil.

Algo habrás hecho tú también

Tomás: Sí, pero si te juntas con malvados no nace tanto. A mí siempre me gusta investigar y el canto de la Sibila  es increíble. No recuerdo de quién saqué la versión, pero creo que era catalana la muchacha.

Edi. María Arnal.

Tomás: María Arnal, eso es. De ella es la versión donde yo estudio esto.  Y me parece una cosa que es mú anclá.  Eso es especialmente catalán o balear y tuve el gusto de cantarlo en el aljibe de Palma de Mallorca y a los mallorquines les encantó.

Edi: respecto a lo que preguntabas, yo creo que como en la música, pero también en la agricultura o en la economía, el mono cultivo no es bueno, es pan para hoy y hambre para mañana. Hemos vivido durante estas últimas décadas, y digo décadas porque si tiras 150 años atrás esto no era así, con un mono cultivo de lo anglosajón. Está claro.  Y al final lo ha eclipsado todo y parecía que todo venía de ahí y que la música era eso. Y mirabas en una en una tienda de discos y las categorías eran todas inglesas: funk, blues, rock and roll, etc. y a mí me parece fantástico que no solo partamos de esto, sino que se pueda partir de música de raíz de aquí, pero también de la música de raíz de Tailandia o de la música de raíz de Suazilandia.  Al final, la anglosajona también partió de algún sitio. Y como la música casi siempre es el reflejo de su sociedad, pues refleja estos tiempos que vivimos, de reivindicar lo más cercano. Queremos comprar verduras que estén cerca, comer en restaurantes Km. 0, etc. Y todo está un poco relacionado y particularmente me parece que es una tendencia que hay que celebrar y mimar.

Explicadme cómo fue el caldo emocional de la primera conexión entre vosotros o los primeros encuentros juntos.

Edi: Yo recuerdo que Tomás, cuando llegó a los estudios La Mina lo segundo que dijo fue: vengo un poco asustado.

 No me no me extraña Tomás. A mí me pasaría lo mismo si tuviera que hacer algo con Za!

Edi: Y cuando acabó el día de ensayo dijo: me voy tranquilo.

Tomas: Hay que saber de compás flamenco pa poder cantar flamenco.  Porque, si tú no sabes los compases no se puede cantar.  Y gracias a Dios, me encontré con que, aquí los niños, controlaban a la perfección esa disciplina. Entonces yo ya me quedé tranquilo.

Edi: Decirte que somos absolutos ignorantes del flamenco, pero hemos tenido un gran profesor que nos ha hecho entender como respetar ese ADN y poderle sumar nuestra capa y poderlo tocar desde nuestras propias limitaciones. Pero siempre siendo fieles a este compás, que para mí ha sido un disfrute y un aprendizaje y lo está siendo a cada concierto.

Por todo lo que me estáis diciendo, os quería preguntar si os habíais marcado algunos límites al empezar la grabación, y por lo que veo un límite claro fue el respetar el compás

Tomas: es que sino no se puede

Ya ya, pero es que esto antes esto yo no lo sabía, lo acabo de entender ahora al hablar contigo. Pero sí quería preguntar, si aparte de esto hubo otros límites por parte de uno u de otro. Es decir: vale, experimentamos mucho, pero por aquí no paso o aquí no juego.

Tomás:  Yo no recuerdo que hubiera nada más. Ni a día de hoy. Si estuvimos el otro día buscando cosas para hacer y no nos pusimos límites ni ná. Al contrario.  Yo le digo siempre al Edu, quillo controlarme, que yo soy mu osado en cuanto a la percusión, y hay que tener claro que aquí el percusionista es él. El que marca es él y yo le acompaño.

Edi: Y al mismo tiempo Tomás nos hace ver cuando estamos siendo poco osados, cuando nos movemos demasiado por su terreno, y nos pide que conservemos el nuestro también. Yo creo que no habríamos hecho este disco ni habría fluido con tanta facilidad hace 25 años cuando empezábamos a tocar o a dedicarnos más a esto. Aquí hay la mezcla de que afortunadamente mantenemos esta curiosidad y esta permeabilidad, pero también hay un conocimiento previo para saber en qué fregaos vale la pena meterse y que fregaos vale la pena evitar.

Tomás: que ya somos maduritos.

O sea que al final el compás sí que sería un límite

Tomás: Sí sí, es una guía, es básico. La Seguiriya tiene su tempo, bueno más que su tempo, su estructura rítmica y su estructura melódica y si te sales de ahí, ya no estás haciendo Seguiriya. Estás haciendo otra cosa que puede que esté bien…quizá el límite que yo me marcase fuera: Voy a cantar, voy a hacer cante, voy a hacer flamenco ¿Me entiendes? es lo que yo mejor sé hacer o quizá lo único.

Edi: Y para nosotros está muy bien tener este reto de hasta cuando puedes estirar la experimentación sin desvirtuar esta idea primigenia, sin que este material, este elemento pierda su valor y deje de ser este elemento número atómico 27 y ya sea otro elemento ¿sabes?

Algo que me que me encanta del disco es que, a ver como lo explico, creo que no es muy pirotécnico. Hay un gran caudal rítmico, hay la voz profunda de Tomás en primer plano y después hay ruidismo y detalles, pero en el fondo tiene algo de minimalista, no pasan muchas cosas. No sé si estáis de acuerdo conmigo.

Edi: Yo creo que hay muchas cosas, pero están todas distribuidas en el tiempo. Para intentar establecer un trance. Si quieres jugar a este trance creo que la pirotecnia te juega en contra.

Tomás: Yo también lo veo como muy minimalista. No veo que sea demasiado ruidoso la verdad, quizá porque es una versión registrada. Quizá en directo lo es un poco más, pero en cualquier caso ellos hacen muy bien algo que es común con los guitarristas flamencos, que es que cuando se está cantando la letra, se está manteniendo el compás y cuando se termina de cantar la letra, entonces se hace la falseta o lo que venga bien. Es un respeto que hay que hacerlo así, para que te enteres de lo que digo y sobre todo hablando yo en mi andaluz.

Edi: Claro, esto se junta un poco con lo que preguntabas antes de los límites. No sé si es un límite, pero seguro que es una idea que evidentemente se impone en todo el disco. Pero por propia conveniencia, porque al oír la voz te das cuenta que hay que vaciar para que tenga su protagonismo.

¿Ha sido difícil encapsular todo esto en la grabación?

Tomás: No es nada difícil. Al contrario. El disco lo hacemos nosotros en un momento ¿cuánto dura el disco?  ¿Cuarenta y cinco minutos?  Pues lo hicimos en diez. Va a resultar algo más difícil hacerlo en el directo.

Edi: Todo en este proyecto ha sido fluido, fácil y rápido. Curiosamente, aunque la música sea de cocción lenta, la verdad es que lo compusimos en dos días, lo armamos en tres días más y lo grabamos en cuatro.

 

Texto: Andreu Cunill Clares

 

 

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