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Azkena Rock Festival – Mendizabala (Vitoria)

 

Queens of the Stone Age (Foto: Dena Flows)

Se nos ha escapado de las manos un nuevo Azkena casi sin darnos cuenta como suele ocurrir. La espera hasta el 2025 será larga y tediosa, cargada de sentimientos encontrados conforme se vayan anunciando los artistas que coparán el nuevo cartel. Para el recuerdo, nos queda esta crónica de lo mejor del 2024 en lo referente a lo artístico. En lo personal cada uno sabe lo suyo.

Ty Segall (Foto: Dena Flows)

Ty Segall era uno de los nombres que, a priori, aparecen en el cartel sin llamar demasiado la atención salvo que busques esas joyas ocultas y no tan mayoritarias que siempre ofrece el Azkena. La producción del californiano (14 álbunes desde 2008) deja claro que es un hombre entregado a su arte absolutamente. Y su actuación ofreció un espectro amplio, muy técnico y pasando de lo progresivo al garaje o la psicodelia. Sonó demasiado intimista quizás para lo que se esperaba, bajo una continua lluvia muchos pensaron que mejor hubiera sido un poco más de electricidad.

Buen sonido pero el público demandaba que se le convenciera más para quedarse. “My lady´s on fire” sonó espléndida pero se hizo algo pesada su propuesta, una elección muy personal para defender en un festival que necesitaba un empujón fuerte en la jornada inaugural. ¿Que tocó bien? Mucho. ¿Qué no fue lo que se demandaba? También. Michel Ramone

Jane’s Addiction (Foto: Dena Flows)

JANE’S ADDICTION

Olvídense de malas reuniones con bajistas intrusos y discos denunciables. Olviden que todo eso sucedió e imaginen que los cuatro músicos de la banda fueron congelados en algún lugar recóndito de Los Angeles a finales de 1991, cual capitulo de Twilight Zone, y volvieron solo para sus ojos, en ese escenario grande de Azkena, ese día lluvioso y de clima frío, el día propicio para que sonaran esas canciones concentradas en viajes siderales: «Three Days», «Summertime Rolls», «Then She Did…», «Ted, Just Admit It…»… Y luego podríamos hablar de los balazos, que imaginan cuales fueron.

Pocas veces se puede hablar de la importancia de un bajista; Eric Avery, en el caso que nos ocupa. Está él, la banda suena a lo que debe y es el empaste perfecto. Porque el estilo selvático de Stepehen Perkins siempre mantuvo el tipo y Dave Navarro jamás dejó de tocar bien. Es uno de los pocos guitarristas cuyas notas importan de la primera a la última; no toca una sola que sobre. Es al rock arty y alternativo lo que Michael Schenker al hard rock de la vieja escuela.

Y claro, el viejo chamán, el hipnótico Farrell. La congelación no le ha sentado bien a sus cuerdas vocales, pero ese hilito que todavía mantiene es suficiente para conducir el recital. Él aparece por el escenario con un poncho al estilo Eastwood en las pelis de Leone, descorcha una botella de vino de Rioja y deja que las cosas sucedan de forma natural, sin forzarlas. A veces da la sensación de que lo que ocurre en el escenario no va con él, pero lo tiene todo bajo control. Nada se escapa a su hechizo, ese del que solo los grandes frontmen disponen. Para el que firma el concierto de Jane’s Addiction será por el que se recuerde esta edición de Azkena Rock Festival. Sergio Martos

BARRY ADAMSON

A Barry no le da el presupuesto para salir de gira y contratar una multi banda que sea capaz de reproducir lo que viene haciendo en sus discos de los últimos quince años, porque necesitaría de tres o cuatro músicos extra: vientos varios, piano, etc Hace lo que puede con el formato trío en el que se mueve y en un bar no me cabe la menor duda de que sabrá captar la atención de la audiencia. En un escenario grande el concepto acaba siendo pobre, pues Barry lanza desde su tablet varios vientos pregrabados y la impresión es la de estar oyendo un soul blando, robotizado y de poco recorrido.

Qué pena, pues su música debiera ser todo lo contrario: orgánica, cálida y menos organizada. Alguien que en los últimos años ha grabado discos como Back To The Cat o I Will Set You Free debiera mostrar más solvencia frente a los escasos recursos económicos. La imaginación no debe estar reñida con el presupuesto. Sergio Martos

Redd Kross (Foto: Dena Flows)

REDD KROSS

Ignoro cuántos conciertos han efectuado Redd Kross en el último lustro, pues da la sensación de que aparecen y desaparecen como un cometa, efecto que he tenido con ellos desde que los conozco. Sucede lo mismo con las bandas de acompañamiento, pues salvo los hermanos McDonald los puestos de batería y guitarrista suelen ser giratorios. Es quizás por ello que hasta el día de hoy nunca he visto el concierto de Redd Kross que me haya electrocutado las neuronas. Siempre están bien, pero uno tiene la intuición de que falta un plus.

Esta vez fue otro de «esos» conciertos, divertido, enérgico, colorido y en el que sonaron canciones para entonarte el resto de la jornada: «Annie’s Gone», «Jimmy’s Fantasy», «Linda Blair», etc. ¿Qué le sobró pues? Las ramplonas canciones de los últimos años y demasiado material de los primeros tiempos, olvidando por contra la mayor parte de Show World, su disco definitivo junto a Phaseshifter. Por supuesto, a un fan de la banda le va a importar un pimiento lo que yo tenga que decir sobre ellos. Pero al menos podrían hacerle llegar un mensaje a Steve McDonald: ¡¡aféitate el bigote!! Sergior Martos

L7 (Foto: Dena Flows)

L7

Hay bandas que saltan al escenario dubitativas y les toca trabajar el doble para ir de menos a más. Aún recuerdo el concierto de Drive-By Truckers en la edición de 2022, cuando a la media hora de concierto lograron dar con la marcha directa después de un mal inicio, aunque para cuando eso sucedió, más de la mitad de la audiencia se había marchado a otro escenario o a lo que sea que se hace en los festivales cuando uno se aburre.

L7 empezaron mal, pero no lograron mejorar conforme avanzó el concierto. No fue todo culpa suya; el concierto arrancó sin sonido en el instrumento de Jennifer Finch, y el volumen general era tan bajo que cualquier comentario en la audiencia te hacía desviar la atención del concierto. Aún y con todo, se les vio fuera de onda, descompensadas y casi desganadas. Nunca tocaron con la precisión de un reloj suizo, ni falta que hace. Pero esta vez sonaron más destartaladas que de costumbre. La gracia era que interpretaban Bricks Are Heavy en su totalidad, pero sonaba todo tan deslucido que apenas llegaron a emocionar.  Sergio Martos

Demolition 23 (Foto: Dena Flows)

DEMOLITION 23

Estuvo bien ver a Michael Monroe en otra tesitura. Bueno, realmente fue lo de siempre, pero con el añadido de ver, por fin, a Nasty Suicide cubriéndole las espaldas. La hostia, Michael, Nasty y el eterno Sami Yaffa en la delantera. ¿Existe una tripleta más rock and roll? La próxima con Andy McCoy y Gyp Casino; cambiamos el nombre y voilà; ya tenemos motivos para celebrar ARF 2025. ¿Qué quieren que les cuente? Sonó el disco de Demolition 23 en su integridad, hubo versiones obvias (Thunders; Stooges; Dead Boys) y no tan obvias (maravillosa «Tooting Bec Wreck», pese al desajuste entre ellos, de Hanoi Rocks).

Luego, Michael estuvo a punto de abrirle la cabeza a Nasty en los primeros compases del concierto con la plataforma del pie de micro, el propio cantante subió una torre de sonido y resbaló lo suficiente para dejar de hacer el cafre, y enfadó, más bien dejó confundido, al segurata, cuando volcó una de las torres de sonido que suele haber en el foso cuando se trata de un escenario grande. La banda estaba para cubrir a Monroe y ese trabajo lo ejercieron a la perfección. Nasty y Sami se cruzaron varias veces, sonrieron en no pocas ocasiones, y se vio algo que rara vez suele transmitirse desde el escenario: genuina amistad. Ojalá pudiéramos ver esto en sala. Por soñar… Y luego un silbido a Andy y Casino, ¿ok? Sergio Martos

The Black Halos (Foto: Dena Flows)

THE BLACK HALOS

En consonancia con L7, los Halos también venían a interpretar uno de sus discos antiguos: The Violent Years. En su caso el sonido fue más que decente, pero quedó patente que lo suyo está hecho para disfrutarse entre las paredes de un club y no en el marco de un festival. Cuando haces lo que haces, siendo música tan agresiva y física, las carencias quedan doblemente patentes en un escenario grande.

Resultó curioso ver tan perdido a Billy Hopeless, un frontman que siempre me pareció atractivo sobre el escenario, claro que en sitios como Mephisto o la vieja Apolo 2. No era de extrañar que el emplazamiento contase con un buen número de público que se esfumó para cuando Michael Monroe apareció como invitado sorpresa. Sergio Martos

QUEENS OF THE STONE AGE

La banda de Joss Homme ha vivido tres eras en el Azkena que, sin pretenderlo, sintetizan bien la evolución de la banda. La primera, en 2005, como broche de oro a su etapa clásica, con Lullabies to Paralyze recién salido al mercado. La segunda, en 2011, con tan solo Era Vulgaris (2007) de por medio pero ya convertidos en uno de los grupos referencia del rock duro, si no la banda por antonomasia capaz de conciliar el hard con cierta accesibilidad sin perder la credibilidad.

Retornaban este 2024 como plato fuerte por derecho propio, como demostró que fuese el grupo capaz de convocar a más público, y así lo demostraron en un show que a lo largo de los años se ha ido depurando, musculando y proteinizando (quizá demasiado para algunos de sus detractores). Pero en la propuesta de QUOTSA uno entra o no entra, y el número de aficionados que lo contaron como el mejor concierto del festival es casi proporcional al de aquellos que no terminaron de cogerle el punto. Nunca lo harán, y menos ahora que están entregando sus trabajos más flojos.

Afortunadamente, el pase en la noche vitoriana incluyó una buena dosis de temas de Songs for the Deaf (desde las obvias «Go with the Flow» o «No One Knows» hasta la más inesperada «You Think I Ain’t Worth a Dollar, but I Feel Like a Millionaire»), un trabajo que fue disco del mes en Ruta 66 en aquel lejano 2003, aunque pasen por alto sus primeros trabajos, esos con los que les descubrió el aficionado veterano. Suenan como una maquinaria perfectamente engrasada, a ratos casi kraut por su obsesión por lo repetitivo y lo funky, y el antiguamente pazguato Homme ha elevado significativamente sus niveles de carisma hasta rozar el papichulismo. Sin duda, el californiano le dio de lo suyo a los suyos. Héctor García Barnés

Sheryl Crow (Foto: Sergi Fornols)

SHERYL CROW

Contra todo (aparente) pronóstico, la aparición de la cantante estadounidense era una de las más esperadas del festival, sobre todo porque la escasez te revaloriza. No es una artista fácil de ver y demográficamente, encaja bien con lo más digno de la radiofórmula de la época en la que gran parte de los asistentes al Azkena se criaron, por lo que desde los fans más acérrimos hasta los simples curiosos se acercaron a escuchar clásicos como «All I Wanna Do» o «If It Makes You Happy».

Y aquí es donde hay que reconocer que Crow no solo se mantiene en plenitud de facultades vocales y físicas a sus 62 años, sino que ha conseguido montar una banda de aúpa, en la que se encuentran Audley Freed, antiguo guitarrista de los Black Crowes entre 1998 y 2001, el batería Fred Eltringham o Jen Gunderman, a quien recordarán por haber visitado España décadas atrás como teclista de Jayhawks. Juntos lograron eso tan complicado que es que incluso aquel que mirase un poco por encima del hombro a la Crow se terminarse interesando por ella, porque no es tan fácil encontrar una banda de esas características sobre un escenario español.

Este año que Taylor Swift ha llenado estadios por toda Europa, no está de mal recordar que sin la cantante estadounidense y ese modelo de composición country-pero-rock salido de Nashville quizá no existiría la carrera de la joven rubia. Uno de los momentos del festival, sin duda, sobre todo por su conquistadora dignidad. Héctor García Barnés

Mavis Staples (Foto: Sergi Fornols)

MAVIS STAPLES

Mavis vino a evangelizar y a convertir a los pocos que podían dudar de su propuesta en el marco de un festival de Rock y lo consiguió con creces. Dio un auténtico recital sobre cómo no perder la intensidad y el pulso de un concierto ni un solo segundo. Cuando se sentaba sonriendo y cogía su taza de té con jengibre (esto nunca le falta, que me lo han soplado), como sugiriendo “me voy a calmar un poco que llevo 84 años en este planeta y muchos de ellos los he pasado repartiendo salmos a voz en grito”, hacía que los corazones allí presentes se derritieran aclamando “qué Dios te bendiga, Mavis” tanto como cunado se dejaba las entrañas en cada tema.

La banda brilló, sólida, cálida y con un sonido cristalino y claro como uno se imagina que es el alma de la maestra de ceremonias. Mención especial a la guitarra Telecaster de Rick Holmstron, que fue un continuo orgasmo para los oídos. El set list fue su mezcla habitual de los clásicos himnos góspel de The Staples Singers y alguna versión como el «Can You Get To That» de Funkadelic, o esa maravilla que le compuso Jeff Tweddy, «You Are Not Alone», para el también maravilloso álbum del mismo título que le produjo en el 2010, con la que cerró su actuación y nos dejó a la gran mayoría con la sensación de haber purgado nuestros pecados, como me comentaba el camarada Merino.

Que una persona de su edad siga tan activa, cambiando parte de los setlists y conservando esa voz es un regalo divino. Ella misma se encarga de seguir canalizándolo y agradeciéndolo, mientras los feligreses nos reconfortamos en poder unirnos a esta comunión. Un aleluya y un amén para la señora por favor. Javier H. Ayensa

Psychedelic Porn Crumpets (Foto: Dena Flows)

PSYCHEDELIC PORN CRUMPETS

Nuestro festival favorito necesita más artistas en su cartel como Psychedelic Porn Crumpets, bandas que articulen ese rock que nos congrega cada año con el vigor y el entusiasmo propios de llevar apenas una década dándole al raca-raca. ¿Por qué todo el mundo ha estado hablando estos días de su concierto –o el de All Them Witches– con tanto entusiasmo? Porque al Azkena uno también quiere ir a ser sorprendido, a descubrir nuevos valores –más allá del Trashville–, a hacer headbanging mientras piensa “¡Wow! Cómo molan estos tipos, mañana indagaré en su discografía”.

Los australianos tenían que habernos visitado en marzo –tras hacerlo en 2019 para presentar And Now for the Whatchamacallit–, pero todo se canceló cuando al cantante le mordió un perro en la cara. Cien puntos de sutura y una vacuna del tétanos después, Jack McEwan y sus cuatro Jinetes del Apocalipsis irrumpieron en el escenario Love con la clara determinación de no hacer prisioneros: conjugando el brío ponderoso de Black Sabbath, la épica escaladora de Led Zeppelin, el arrebato space-prog de Mars Volta o el estroboscópico fulgor de sus compatriotas Tame Impala, los de Perth fueron encadenando tunda tras tunda –con especial atención al pantagruélico Fronzoli del pasado año– ante un público absorto ante tal despliegue de energía y destreza instrumental. Fue un veni, vidi, vici en toda regla que les augura un regreso a nuestro territorio en salas de medio aforo atestadas de psych-fans. Roger Estrada

Band of Horses (Foto: Dena Flows)

BAND OF HORSES

Corría un aire melancólico en la noche del sábado, en parte por el frío y la ligera lluvia, en parte porque el Azkena tocaba a su fin. Un ambiente propicio para la banda de Seattle, que tuvo los arrestos de abrir con un medio tiempo como «Cigarettes, Wedding Bands». Incluso para aquellos que nunca fueron grandes fans, el concierto resultó convincente, quizá precisamente porque actuaron como alternativa al desfase final que emanaba de otros escenarios y, al mismo tiempo, como postre de una noche por la que habían deambulado la Warren Haynes Band, Mavis Staples o Sheryl Crow, una decisión que muestra la preocupación del festival por mantener cierta coherencia argumental en sus carteles, aunque sea por accidente.

El punto y final a una noche de americana donde la banda de Ben Bridwell sacó a relucir sus guitarras en un repertorio que abundó en sus dos primeros discos, Everything All the Time (2006) y Cease to Exist (2007). No fueron para todos los públicos ni lo pretendieron, pero se mantuvieron fieles a su estilo y parecieron arrastrar al clima (meteorológico y emocional) con ellos, un logro que siempre hay que reconocer. ¿A cuántos grupos se le ocurriría concluir su concierto en un festival con una canción titulada «The Funeral»? Héctor García Barnés

GLEN HANSARD

En mi opinión el horario guardado para un artista tan grande como Hansard era demasiado temprano, pero estuvo muy bien, porque así nos pilló todavía frescos y pudimos disfrutar mejor de uno de los mejores conciertos del festival para un servidor. Y eso que algunos críticos de postín lo califican como un llorón sin más. No tuvo nada de llorón su concierto, en general, porque hubo varios temas y varias explosiones en temas más relajados realmente potentes y rockeros.

En rica formación de sexteto y con muy buenas ayudas, especialmente en guitarras y ricos teclados, pero también con un violín muy protagonista en los momentos más cercanos al folk, pero que también sonó realmente electrificado y poderoso en los momentos más rockeros. El protagonista de la hermosa película Once tenía que interpretar perlas relajadas del calibre de ‘The Feast Of St. John’ o la extremadamente emotiva ‘Lies’. Desde la organización lo señalaban como ruidoso, meditativo e hipnótico. Todas esas sensaciones pasaron por mis sentidos en su variado repertorio. Hubo preciosos momentos de aires folk, pero también algunos de los más potentes que nos recordaron, para bien, a The Waterboys.

Cuando cantó a pelo al borde del escenario, con la sublime ‘Falling Slowly’,  nos emocionó profundamente y sí, solté alguna que otra lagrimilla mientras se sucedían emotivas imágenes por mi mente. Tuvo el detalle de recuperar un tema de sus The Frames. Digno también de alabar su humildad al sentirse tan orgulloso de compartir escenario y festival con grandes como Mavis Staples o Queens Of The Stone Age. Su entrega fue absoluta y se reflejó en la emocionada, atenta y abundante audiencia que tuvo pese a la temprana hora. ¡No fue, en cualquier caso, un concierto para echar la siesta, más bien todo lo contrario! Txema Mañeru

The Pleasure Fuckers (Foto: Dena Flows)

THE PLEASURE FUCKERS

Tenía mucha ilusión por ver a Mavis Staples. Por su enorme calidad y porque, dada su edad, en cualquier momento puede ser su última actuación, más aún por estos lares. Pero un “rutero” de pro me dijo que no me podía perder la actuación de los Pleasure Fuckers y, también, guiado un poco por la inercia de la (buena) compañía, no me pude resistir a esta fiesta celebración. ¡Y eso que tuve la suerte de verlos hace 1000 años con el inefable Kike Turmix al frente!

Aunque escuché y he leído que Mavis estuvo genial, no me arrepiento en absoluto pues lo pasé estupendamente y disfruté de algunos de los pogos más salvajes del festival y eso que estábamos en horario aún diurno y al aire libre. Ni siquiera había escuchando antes del bolo la reciente celebración de su legado que es Malasaña Republic. Eso sí, enseguida vimos y comprobamos que el sustituto de Kike no era un cualquiera. También vimos un montón de amigos y seguidores en los laterales del escenario dispuestos a echar una mano. Scott Drake (The Humpers) cumplió a las mil maravillas la labor de recordar, aunque no hiciera olvidar, a Kike. Sobieski y Norah totalmente en forma. Fue especialmente emotiva la aparición de un casi coetáneo Manolo “UVI”, pero lo fue más aún la presencia en los bises de una Linda Tumbita con un look realmente simpático, a la par que espectacular, que se marcó una letra recuerdo-homenaje a Kike que nos hizo recordar su discutible, pero atractiva personalidad.

No faltaron todos sus clásicos ni sorprendentes versiones, al menos para mí, de Rod Stewart o Manolo Kabezabolo. Hasta su viuda salió para dar más emotividad aún a un regreso tan especial que, dado su enorme éxito y repercusión, quizás pueda tener continuidad. También moló ver tantas camisetas de la banda, que al parecer habían sido fabricadas por el club de fans de la banda para la ocasión. No sería ninguna profanación a su nombre ni a su legado. Txema Mañeru

All Them Witches (Foto: Dena Flows)

ALL THEM WITCHES

Contaban con el importante hándicap de ser la última actuación del festival en el mismo horario que Lendakaris Muertos. Hándicap debido al cansancio y no a la competencia de unos Lendakaris que podemos ver y lo hemos hecho en más ocasiones recientes. Lo mejor de todo es que me decanté por los All Them Witches a pesar de no conocerlos en directo y muy poco en disco. Pero, si no me equivoco, había leído comentarios realmente positivos de la banda en nuestro Ruta 66 y eso me bastó para aguantar hasta el final y para elegirlos. ¡Bendita elección!

Con la boca abierta en muchos momentos de su trepidante actuación de rock psicodélico, con muchas subidas y bajadas y, efectivamente, con muchísimos tintes de rock progresivo de todas las épocas. Hubo varios momentos de los más relajados en los que muchos pensamos en los Pink Floyd del ‘Shine On Your Crazy Diamonds’, pero también los hubo cercanos a los mejores King Crimson. Buen ejemplo, los 7 minutos del diamante titulado ‘Diamonds’ o el espectacular final en el bis con ‘Bulls’ en la que nos pasaron por encima como los próximos morlacos Sanfermineros. El rock psicodélico y/o espacial de Hawkwind o King Gizzard & The Lizard Wizard también campó a sus anchas. Además, algunos destellos cercanos al metal con ecos a Rush o Black Mountain que lograron que la actuación se nos hiciera casi corta a pesar del cansancio acumulado ya de las tres intensas jornadas de un muy buen festival en líneas generales, aunque hubo algunas actuaciones con un sonido poco disfrutable.

Desde luego no fue este el caso de este grandísimo broche final en una actuación que supuso el equivalente, el año anterior, a la de The Soundtrack Of Our Lives. Porque esa es otra de las buenas normas-costumbres del Azkena. Esa es que nos sorprendan con gigantes actuaciones de nombres más “intermedios” en sus carteles. ¡Su actuación quedará para el recuerdo en la gran mayoría que los que estuvimos! Y, a un servidor, le empujará cuando regresen los de Nashville a salas cerradas de aforos reducidos. Será toda una experiencia. Txema Mañeru

Funtasmas (Foto: Dena Flows)

TRASHVILLE

Pero al Azkena se va y punto. Ese lema se defiende a cuchillo y si no te convence el escenario principal, se busca lo que sabes que te va a mover el esqueleto seguro. El Trashville, esa zona para los que buscan el contacto directo con los grupos y la ponzoña del Rock inoculada directamente sin aditivos. Dentro de todos los grupos que pasaron por la carpa sauna cubierta (esta vez se agradeció mucho resguardarse la puñetera lluvia) destacaron los locales Old Time Spooks, garrulos hillbilies que se atrevieron a versionar al grupo Punk vasco más grande de la historia, los santurtziarras Eskorbuto (con “Más allá del cementerio”) o a Parálisis Permanente (“Un día en Texas”). Una banda a tener en cuenta por ese halo de mal rollo gótico redneck que siempre atrae mucho cuando miras lo que ofrece lo más oscuro de Norteamérica pero pasado por el filtro vitoriano.

Pero aparte dos bandas enmascaradas, Funtasmas y los míticos The Mummies pusieron la locura garagera (aplaudida y muy bailoteada “Stronger Than Dirt” de la veterana banda californiana), pero el verdadero triunfador bajo lona de esta edición fue Les Greene. El de Baltimore reventó el aplausómetro con su Soul, Funk y R&B en un show demenciado, sudoroso y enloquecido. Verle interpretar “Tutti Frutti” nos metió en un imposible túnel del tiempo, nos volvió locos sus temas lentos con el saxofón encendiendo los corazones de las más bellas de la sala y sus saltos cual émulo de Little Richard nos dejaron patidifusos.

Y ojo, que actuó al día siguiente al mediodía en la plaza de la Vírgen Blanca junto a The Pickin’ Boppers . Y con el mismo flipante sombrero blanco y negro casi robado del mítico Cotton Club de aquella lejana década. Uno de los triunfadores del festival sin ninguna duda. Y dentro del programa de la Virgen Blanca vimos a una enérgica y desbordante Lisa & The Lips que ayudó a quitarnos las legrañas. Volviendo al Trashville, es evidente que ha tomado conciencia de sí mismo y sabe de su poder enamorante si eres un sucio rockero en busca de joyas ocultas. No faltéis nunca a la cita con la carpa. Michel Ramone

Lisa & The Lips (Foto: Sergi Fornols)

 

 

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