La cantante y compositora Lizz Wright celebra sus veinte años más uno de carrera con un disco donde libera todos los aromas y colores de su registro vocal, nacido en la calidez del góspel en su Georgia natal, curtido en la rigidez del American Songbook, y enriquecido con capas que abrazan el Soul, el Jazz, el Blues, pero también el Folk y diversas sonoridades africanas.
En estas dos décadas, la artista ha sabido trascender fronteras e integrar todas sus influencias con una naturalidad y una elegancia que acaba de plasmar, una vez más, en forma de exquisito disco que, en la mejor tradición de la música afroamericana, resulta difícil de clasificar en un único registro estilístico, porque contiene ingredientes tan diversos como magníficamente hilvanados.
Grabado en Chicago bajo órdenes de su productor y colaborador habitual, Chris Bruce, Wright ha construido la que posiblemente sea su obra más personal rodeada de buenos amigos como Angelique Kidjo o Meshell Ndegeocello. “Shadow” es un disco lleno de vida, nostalgia, baile, lágrimas, sonrisas. Soul, feeling. Alma pura, profunda, sentimiento bien trabajado y sin adulterar, que de eso se trata.
Un álbum que la artista, que ha grabado para casas del prestigio de Verve o Universal, saca con su propio sello, Blues & Greens, porque este es, ante todo, un asunto muy personal. En concreto, un homenaje que tiene que ver con el recuerdo de su abuela Martha, que es para la artista el paradigma del amor por la vida. Un amor total, con toda su amplitud de temperaturas y aromas, que vive a la sombra de un ser querido que tiene millones de matices distintos.
La artista presenta su obra en España en tres fechas señaladas: el 7 de julio en el festival Vijazz de Vilafranca del Penedés (Barcelona), el 18 de octubre en la Sala Villanos de Madrid y el 19 de octubre en el Teatro Municipal Quijano de Ciudad Real. Una inmejorable ocasión de dejarse envolver por esta sombra preñada de amor.
Texto: Alberto Valle
