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Mad Cool – Recinto Iberdrola Music (Madrid)

 

El gran festival veraniego madrileño repetía ubicación, con los errores del año pasado aprendidos y solventados. Menos escenarios, menos concurrencia y baños en diferentes ubicaciones, en pos de una mejor experiencia para el cliente, quien agradeció sobremanera tales mejoras. Da gusto poder ver bandas de tamaña entidad sin sentir cierto pánico por las aglomeraciones, sin tener que hacer largas colas para pedir o sin tener que recorrer distancias excesivas. Enorme la mejoría en cuanto los detalles organizativos respecto a 2023.

Y en lo musical, quizás se ofrecieran con menos cabezas de cartel, pero a cambio, lo dicho, se disfrutó más de la experiencia en conjunto. Con todo, el miércoles, sin ir más lejos, hubo un elenco de muy alto nivel. El pop indie de Soccer Mommy dio pistoletazo de salida a horas intempestivas, por tempranas, en este caso.  La electrónica emocional de Tom Odell fue el primer gran reclamo, especialmente para el público foráneo, que celebró sus hits a pleno sol.

Janelle Monae

 

Tras la cancelación del año pasado, por fin podíamos disfrutar de Janelle Monáe en directo. Su show, colorido, dinámico y teatral, resultó muy disfrutable. A través de una buena colección de canciones, la americana revisitó casi cualquier sonido de raíz negra para, llevándolo a su terreno, convertirlo en una poderosa declaración de intenciones. Es cuando se acerca al R&B cuando más luce, si bien, con el nervio de piezas como «Tightrope» o la muy jamaicana «Lipstick Lover», también se ganó nuestra atención. No tuvo el mejor sonido, pero convenció. En una de las carpas Mahou, la barcelonesa Julieta generaba colas, mientras Garbage repasaban sus viejos hits, dando espacio también a sus canciones más recientes. Estas últimas menos celebradas, aunque no desentonaron. Shirley Manson sufrió bajo el sol, pero lo dio todo, manteniendo un buen chorro vocal. En directo ahondan en el lado más distorsionado e industrial de sus canciones, endureciendo su sonido, en contraste con las melodías de Manson. Se fueron visiblemente contentos.

Garbage

Nosotros también. Dua Lipa, plato fuerte de la jornada, como cabía esperar, fue la propuesta que más fans congregó. Ella, sus bailarines y su banda no escatiman en esfuerzos, sin perder la sonrisa y las buenas formas. La británica se mostró cercana, hablando un buen español. Cantó y bailó con energía, si bien los sonidos y pistas de voz pregrabados (difícil discernir donde termina una cosa y empieza la otra) le echan un buen cable en directo. Su show, su música, son una revisión de la historia de la cultura dance, presentada en un formato pop de masas que triunfa en todo el mundo, como lo hizo esa cálida noche en Madrid.

Smashing Pumpkins

The Smashing Pumpkins presentaban un formato donde acentuaban su lado más gótico y metal, sumando una corista y una guitarrista. Así, con las iniciales «The Everlasting Gaze» y «Doomsday Clock» y un gran (y potente) sonido, nos ponían en alerta, luciendo realmente empastados, sólidos. Con un Billy Corgan, además, que canta como nunca. Pero fue con «Today», «Tonight, Tonight», «Ava Adore» o «Bullet With Butterfly Wings» cuando nos embelesaron sin remisión. También con la adictiva melodía de «1979». Ver a Corgan, James Iha y Jimmy Chamberlain juntos, tocando esas canciones, sigue siendo un acontecimiento digno de ser experimentado en directo.

Larkin Poe

El jueves empezó con las propuestas a pleno sol de Larkin Poe, y la de una actualizada Russian Red, que abraza el castellano y expande su música. Michael Kiwanuka llenó de espiritualidad y buenas canciones la explanada del escenario Mad Cool. Con esa tranquilidad que le caracteriza, un empaste de voces sanador y un sol que empezaba a dar tregua, su actuación resultó una de las más destacadas en horario vespertino. Tom Chaplin y sus Keane salieron con ganas. El líder inglés se mostró hablador y enérgico, plenamente recuperado de sus viejos y alocados días. Reunieron una nutrida parroquia de público inglés y viejos fans que corearon sonrientes sus melosas melodías.

Michael Kiwanuka

Otro tipo de público inglés más minoritario, el más joven y conectado con la música electrónica de las islas, fue el que se acercó a ver a la rutilante Nia Archives. Su reescritura de los postulados del drum and bass es estimulante y hay que reconocer que se desempeña bien en lo suyo, a base de graves gruesos y ritmos rotos de mucho peso. Pearl Jam, probablemente el mayor reclamo del festival (con permiso de Dua Lipa), se hicieron de rogar, pero valió la pena la espera. Como siempre, convencieron, con un repertorio, eso sí, donde quizás se prestó demasiada atención a las nuevas canciones, las del reciente Dark Matter, aunque estas pasaran el corte en directo. Y para los fans de su viejo repertorio, hubo un poco de todo. Empezaron fuertes, con «Lukin», «Corduroy» y «Why Go». Después nos robaron el corazón con «Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town», donde el timbre grave de Eddie Vedder reluce de forma majestuosa.

Pearl Jam

El frontman no dejó de dirigirse al público chuleta en mano, como de costumbre, buscando una comunión y una comunicación que, ciertamente, funcionó a las mil maravillas. De su debut no faltaron las habituales, «Even Flow», «Black» (insuperable en vivo) o «Porch». Tampoco faltaron, ya en el bis, la fiera «Do The Evolution», el riff eterno de «Alive», su relectura de «Rockin’ in the Free World», de su maestro Neil Young, y la final «Yellow Ledbetter», reviviendo los días de gloria del viejo grunge. El mejor concierto del festival; incluso, a pesar de ese repertorio irregular.

A Greta Van Fleet les tocaba un papelón cerrando la jornada, pero cumplieron a base de electricidad, sentido del humor y esa lista de visibles homenajes que recorre sus canciones.

Benjamin Clementine tuvo la misión de dar inicio a la tercera jornada del festival, la más floja en cuanto a nombres y, seguramente por ello, la más cómoda para moverse por el recinto. Alvvays pusieron pasión y una buena dosis de noise pop. Tienen canciones y una lozanía que les hace atrayentes. El neozelandés Ruban Nielson y sus Unknown Mortal Orchestra estaban a gusto, dejándose llevar, para un público que les observaba cobijados en su mayor parte en zonas de sombra. Su indie de autor, con cierto virtuosismo, nos retuvo y entretuvo.

Unknown Mortal Orquestra

Sleaford Mods hicieron lo de siempre. Esto es disparar canciones pregrabadas, y poner a Jason Williamson a desgañitarse y hacer el hooligan. Esta vez a pleno sol, y levantando simpatía y un comedido interés, en un público que aún andaba algo despistado a esas horas. La propuesta de Black Pumas, algo aséptica en disco, mejora notablemente en directo. Fue el primer momento realmente destacado del viernes. Eric Burton se movió como pez en el agua por todo el escenario, mostrando poderío y capacidad para avivar la llama festivalera. Su numerosa banda hizo el resto, aportando lo necesario para que la noche del viernes despegara definitivamente.

Black Pumas

Tom Morello mezcló clásicos de Rage Against The Machine (cediendo el testigo vocal al público) con otras incursiones más populares y/o folk, mezclando su pasado más exitoso y su espíritu luchador y de clase. Sum 41 siguen donde siempre han estado; en ese lugar post adolescente y canalla donde confluyen punk-pop y heavy metal. Tocan bien, suenan bien, tienen un buen show y saben meterse al público en el bolsillo, gracias a un Deryck Whibley hiperactivo. Jessie Ware ejerció de diva disco, en una actuación donde la bola de espejos recorrió cada segundo de la música de la inglesa.

Måneskin

Måneskin han crecido enormemente. Su capacidad de convocatoria y su solidez en directo así lo certifican. Su propuesta está llena de clichés hard-rock de estadio, pero funciona. Por su pericia instrumental y vocal, porque tienen presencia y, porque, además, cuentan con un puñado de hits bien escritos. The Breeders siempre funcionan, porque las hermanas Deal disfrutan y sonríen haciendo lo suyo; y claro, nos contagian. Y porque, es de perogrullo que, cuando cuentas con ases generacionales como «Cannonball» o «Gigantic» (de Pixies), todo es más fácil.

Tom Morello

La afluencia de público creció notablemente el sábado. De ello se beneficiaron Arlo Parks y su encanto pop de nuevo cuño, por un lado, y Nathaniel Rateliff & the Night Sweats, por otro. A estos últimos les teníamos ganas. Su folk rock lúdico y ronco, recorrió la América profunda con arrojo, en una suerte de comunión festiva y jovial, donde resonaron la celebrada «S.O.B» y una buena relectura del «Dancing in the Dark» del Boss. La entrega de Rateliff y la capacidad de la excelente banda que le acompaña son garantía, y así quedó constatado.

Nathaniel Rateliff

Otra espina que nos quitamos tras su cancelación anterior. Avril Lavigne tuvo su minuto de éxito hace dos décadas. Sigue echando mano de ese moméntum, el de la cúspide del punk pop norteamericano, del cual ella representaba el lado más comercial. Quizás peque de eternamente adolescente (de hecho en su discurso reivindica la idea de no hacerse mayor), pero no se le puede negar su aura teen. Lord Huron se mostraron sobrios y convincentes, abrazando un buen country folk pop, que evoca a nombres dispares como Chris Isaak o Silver Jews. Mientras 2ManyDJs ponían de vuelta y media la carpa The Loop a base de bombo y hits, The Gaslight Anthem encogían corazones punk con sus himnos callejeros. Su emotiva y descarnada propuesta se realza en directo, dando sentido a ese espíritu de alma folk, deudor del punk más cazallero y las enseñanzas (nuevamente) de Springsteen.

A Bar Italia y Genesis Owusu les tocó «competir» con The Killers. Los de Las Vegas ofrecieron su habitual show. Un espectáculo de indie synth pop lleno de guiños ochenteros de todo tipo. Su capacidad para crear himnos reverenciando a sus ídolos es destacable. También lo son sus tablas y energía en vivo. Ayuda contar con una banda completísima y con su estatus, claro. Pero todo es mérito suyo y, por eso, son desde hace tiempo una estrella más en el firmamento del stadium rock. The Kooks se antojaban poca cosa para cerrar el festival, pero dieron la cara, sonando bien y conectando con una generación indie que ha cantado y bailado sus canciones desde hace casi dos décadas.

 

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

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