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Royal Blood – La Riviera (Madrid)

Hace ya una década que descubrimos que se puede hacer rocanrol del bueno sin la necesidad de una guitarra. La aparición de Royal Blood supuso una bocanada de aire fresco más que necesaria en una escena que demandaba algo distinto. No es que los de Brighton inventaran nada, pero éramos muchos los que dudábamos de que esas canciones tan potentes fueran hechas por tan solo dos personas. Por un bajo y por una batería.

Esto, como digo, fue hace diez años, y por ese motivo ayer La Riviera se colgó el lleno. Diez años del debut de un dúo tan querido como respetado que compuso un disco aún hoy día coreado como en sus primeros bolos. Salieron puntuales Mike Kerr y Ben Thatcher a su cita con el público madrileño y, sin más dilación, se lanzaron a tocar su álbum homónimo de principio a fin. Y en orden, lo que suponía abrir de forma seguida con “Out of the Black”, “Come on Over” y “Figure It Out”. Así, sin avisar.

Bien es cierto que no han sido las versiones en directo más cañeras que el que escribe ha tenido la suerte de presenciar, pues incluso aprecié cómo dichas canciones sonaban más ralentizadas. Quizá el bolo en Barcelona del día anterior les pasó factura. Sin embargo, el dúo fue entrando en calor arropado por un público entregado durante toda la velada. “Little Monster” sonó como una apisonadora al igual que “Ten Tonne Skeleton”; destacaron “Mountains at Midnight”, de su último álbum Back to the Water Below; “Who Needs Friends” –que tocaron en directo por primera vez- y “Lights Out”, cantada a voz en grito por todos los presentes.

Diez años y cuatro álbumes dan para mucho y ayer quedó reflejado. Sin embargo, la mayor virtud de Royal Blood es también su mayor condena. Es inevitable presuponer que la horquilla musical en la que se mueve un grupo sin un instrumento como la guitarra –aunque Kerr lo compense de maravilla- es bastante más limitada de lo habitual y, los tres siguientes álbumes son bastante irregulares, pues la fórmula se ha ido repitiendo con el paso del tiempo.

Ambos han intentado dejar a un lado su estilo contundente en pos de ampliar el abanico sonoro, lo que se pudo apreciar en el segundo tramo del concierto, pero esto no impide que sus conciertos en sala puedan pecar de ser lineales, sin sorpresas.

No me equivoco si digo que no hubo un solo espectador que no disfrutara del concierto de ayer, como tampoco me equivoco al afirmar que durante varios momentos no hubo más de uno que pensaba que ya había visto lo que tenía que ver. Royal Blood sigue siendo una banda con un gran directo, pero parece abocada a esa nueva e infravalorada moda de los conciertos de hora y cuarto. Y los seguiremos disfrutando igual. O quizá mejor.

Texto: Borja Morais

Foto: OOR

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