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Billy Joel – Principality Stadium (Cardiff, UK)

A sus 75 años y tras concluir su histórica residencia mensual en el Madison Square Garden, Billy Joel se desplazó a este lado del charco para ofrecer una única fecha exclusiva, recalando en Cardiff por primera vez en su dilatada carrera.

Nada menos que Chris Isaak ejerció de telonero de lujo en un Principality Stadium que lució un lleno total con una audiencia estimada de 72.000 personas. Joel y su banda arrancaron con puntualidad británica a las 20h con una de sus mejores canciones, “Movin’ Out”, seguida de un “Pressure” que no envejece demasiado bien y que enciende el debate sobre la confección del repertorio que sobrevuela todo el concierto a oídos del fan versado y exigente; quedaron fuera grandes títulos recurrentes como “Don’t Ask Me Why”, “The Ballad Of Billy The Kid”, “She’s Always a Woman”, “Everybody Loves You Now”, “Miami 2017 (Seen The Lights Go Out On Broadway)” y de forma incomprensible la flamante y estimable “Turn The Lights Back On” en favor de otras como “The Entertainer” o un “Just The Way You Are” que provocó los primeros suspiros de emoción colectiva.

La magnífica “Zanzibar” con sus devaneos jazzísticos y el lucimiento vocal de Joel en “An Innocent Man” mantenían en un alto nivel un show que se fue desinflando a costa de gags completamente guionizados, supuestas improvisaciones y discursos cargados de autocomplacencia.

Aquí resulta inevitable la comparación con su buen amigo y contemporáneo Bruce Springsteen, cuyo reciente paso por Barcelona aún resuena en nuestros corazones. Si este último mantiene una vitalidad, presencia y relevancia casi intactas, el pianista neoyorquino y sus músicos parecen interpretar desde un lugar mecánico y desapasionado, como si de una banda tributo se tratase. Muy buena, eso sí. Volviendo al repertorio, joyas como “Vienna” o “New York State Of Mind” justifican el precio de la entrada por sí solas, aunque unos visuales genéricos que parecían sacados de un banco de imágenes restaron emotividad.

Antes habían sonado el doo-wop de “The Longest Time”, un “The Downeaster Alexa” que espoleó las huidas hacia los vomitorios y una versión algo desajustada de “Allentown”. En “My Life” perdió los papeles al invitar a dos de sus (nietas) hijas al escenario y darle el micro y el protagonismo en las pantallas a una de ellas, rebajando el tono al de un espectáculo familiar de sobremesa (por si esto fuera poco, la cría se despidió con un desubicado “Goodbye, London!”).

Un “Nessun Dorma” completamente innecesario precedió a la sensacional “Scenes From An Italian Restaurant”, con el público totalmente entregado y listo para el gran momento de la noche, que no por esperado resulta menos conmovedor: escuchar en vivo los primeros acordes de piano y la armónica que abren “Piano Man” te conectan con un sentimiento inexplicable de trascendencia espiritual, reforzado por el efusivo canto coral de la multitud presente.

Y de ahí, sin apenas descanso a unos bises repletos de hits como “We Didn’t Start The Fire”, “Uptown Girl” o el “You May Be Right” que concluyó un set de algo más de dos horas de duración, un solvente ejercicio de nostalgia con un puñado de momentos gozosos. Por si nos lee: anímese a desempolvar su archivo y regálenos grabaciones históricas de sus mejores años, tal vez los conciertos íntegros que dieron forma a “Songs In The Attic”.

Texto: Carlos Conesa

Fotos: Gareth Everett

 

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