He de reconocer que me sigue haciendo ilusión asistir a primeras ediciones de festivales. En un país donde nos acercamos al millar de este tipo de eventos cada vez más despersonalizados, aún queda ese resquicio ingenuo de la novedad. Y esa ilusión absurda de poder decir eso del “yo estuve allí” cuando todo se corrompa.
La organización del Sonorama tuvo la excelente idea de montar un festival en uno de los mejores emplazamientos que se pueden encontrar en España. La playa Virgen del Mar, en Santander, fue la encargada de acoger una propuesta que ya ha anunciado segunda edición para el año que viene (el segundo gran anuncio del día tras el de los hermanos Gallagher, del que me acabo de enterar mientras escribo estas líneas).
6.000 personas afortunadas pudimos disfrutar de un festival tan austero como encantador, donde un solo escenario acogía durante toda la tarde del sábado a tres cabezas de cartel tan dispares como efectivos.
Los locales Alex Tyché y Leona fueron los encargados de abrir una velada que se preveía pasada por agua, algo que algunos, hartos del mundanal calor que hace en nuestra ciudad, agradecimos. Poco a poco, el improvisado recinto se fue llenando para acoger al primer gran grupo de la tarde. La última vez que vi a Kasabian en directo aún contaba con Tom Meighan en sus filas. He de reconocer tanto que tenía mis dudas sobre cómo Sergio Pizzorno asumiría el rol de vocalista como que quedaron disipadas en cuanto comenzó a cantar “Club Foot”. Con una postura y unos gestos más cercanos al hip hop que al rock que les caracteriza, los de Leicester demostraron que siguen teniendo un directo tan entretenido como poderoso. Temas como “Empire”, “Re-Wired” o “Fire”, que cerró la velada con un diluvio que, ni hecho aposta, hubiera encajado mejor con el título de la canción.
El famoso sirimiri iba alternándose con el calabobos mientras el día caía, y fue ahí cuando Placebo entró en escena, previo mensaje anunciando que, por favor, nadie grabara con el móvil, que se disfrutara del momento y esas cosas que parece mentira que tengan que recordarse, pero que desgraciadamente hay que hacerlo. Y si no, me consta que Molko no hubiera tenido ningún problema en parar el concierto. Por suerte, esto no sucedió, aunque sí que de vez en cuando el menudo líder echaba miradas asesinas a cierto sector del público. En su única fecha anunciada en España en este 2024, Placebo realizó un setlist similar al de los últimos dos años, donde predominaron los temas de Never Let Me Go, su último álbum. Un setlist mucho más oscuro donde el sonido pesado y contundente adquiere gran protagonismo, lo que ha suscitado varias críticas entre sus fans. Entiendo que esta identidad pueda gustar más o menos, pero desde luego nadie puede decir que Placebo no siga en forma, porque son buenísimos.
Cuando Sonorama Ribera anunció este nuevo festival aseguró que el cabeza de cartel sería un grupo nacional, pero mantuvo en secreto de quién se trataba. Esto hubiera estado bien otro año, pero en este 2024, decir que hay un cabeza de cartel nacional es como lo del color del caballo blanco de Santiago. Por seguir un poco con el juego, no voy a nombrar al grupo que ya todos sabemos, pero sí que debo decir que su directo suena mucho más compacto que la última vez que los vi hace un par de meses en el Azkena. Esto es algo obvio, porque calculo que entre el Azkena y este Sonorama Ribera Day esta banda habrá dado entre 900 y 1000 conciertos, dependiendo de cuantos festivales hayan tenido lugar este verano. Solo les falta ser anunciados en el próximo festival de San Sebastián, y si no, al tiempo.
En resumen, una gran primera edición de una propuesta que, esperemos, tarde mucho en perder la inocencia.
Texto: Borja Morais
Fotos: José Manuel Sánchez / El Rey Lagartón
