Ascendió al panteón del pop inglés gracias a los dos primeros álbumes de Suede, en la primera mitad de los 90. Desde entonces, el guitarrista, productor y compositor londinense, de 54 años, ha realizado una carrera fértil y variada. Bernard Butler nos ha legado un extenso listado de colaboraciones (Bryan Ferry, Roy Orbison, Bert Jansch, The Libertines y Neneh Cherry, por citar solo algunos pesos pesados) y, últimamente, se le ha visto tocar la guitarra en un trío de ases que también incluye a Norman Blake, de Teenage Fanclub, y el músico James Grant.
Butler viene a hablar de su nuevo disco en solitario, Good Grief (355 recordings), tras un silencio discográfico de 25 años. Se dice pronto. Pero él no quiere rememorar los tiempos del britpop, ni siquiera muestra interés por la vuelta de Oasis o su fugaz reencuentro con Brett Anderson en aquel proyecto de los dos mil llamado The Tears. A Bernard Butler, autor de los memorables riffs de guitarra de Suede, solo parece importarle el presente, y eso nos lleva a las canciones de Good Grief y su inminente gira de presentación en España: Festival Noites do Porto, sala Garufa, A Coruña (29 de septiembre); Café Berlín, Madrid (1 de octubre); La Lata de Bombillas, Zaragoza (2 de octubre); y Festival Mil·lenni, Centre Artesà Tradicionarius, Barcelona (4 de octubre).
De Friends & Lovers (1999) a este Good Grief no solo hay un enorme salto temporal. Es como si hubieras pasado del pop épico de los 90 a una música menos recargada e intimista.
No creo que haya ningún salto de por medio, solo 25 años como parte de la evolución de la raza humana. He hecho cientos de grabaciones durante este tiempo, así que sería extraño intentar relacionar dos discos hechos por personas diferentes.
¿«Pretty D» es quizás la canción del disco que puede ejercer de puente entre el Butler de ahora y el de finales del siglo pasado? ¿Quién es D?
El puente es la enorme cantidad de música y de vivencias que he tenido. La canción no va de nadie; se refiere a mi fascinación por cómo la gente ve el pasado y su incapacidad para evaluar el valor que tiene en sus vidas. Relaciones podridas que la gente intenta revivir por mucho daño que les hayan hecho. No concibo fijarme solamente en una parte de la vida de alguien y no interesarme por su totalidad. A nadie le gustaría que lo vieran de esa manera. Pero cuando se trata de un artista, parece que es lo normal y te empujan a que te recrees en tu pasado para entretenimiento del que te hace la pregunta. Así que, inevitablemente, mi tarea consiste en cuestionar eso.
No has parado de hacer música con otros músicos o para otros artistas. Desde fuera, da la impresión de que eres un profesional hiperactivo e inquieto.
Soy músico desde hace 50 años. Mi trabajo es seguir aprendiendo, seguir buscando formas de describir la vida, las circunstancias, el carácter, la emoción… Que yo sepa, no soy hiperactivo. Simplemente me gusta trabajar.
En los últimos años de vida de Bernt Jansch, tocaste muchas veces con él. ¿Cómo lo recuerdas? No sé si una parte de tu viraje musical, más folk y austero, tiene que ver algo con ello.
No creo que mi nuevo disco sea folk o austero. Hay algunas guitarras acústicas, pero creo que es una equivocación caer en esa trampa. El folk es otra cosa. Se trata de un viaje a través de las canciones y del poder de transmitir historias a través de ellas. Bert era un ser humano maravilloso. Primero fuimos compañeros y tocamos mucho juntos. Me gustaba su compañía y espero que a él también la mía. Aprendí mucho sobre música, por supuesto, pero sobre todo me fijé en su forma de ser. Tocaba la guitarra y escribía con un carácter inimitable y eso es lo que me llevo de él.
Tal vez es solo por la voz, pero «The Forty Food» tiene un aire a Edwin Collins. Habéis colaborado en muchas ocasiones. ¿Qué sabes de él? ¿Cómo se encuentra últimamente?
Hace tiempo que no veo a Edwin, pero estoy seguro de que está bien.
¿Por qué de repente dejaste de publicar elepés en solitario? ¿El desplome de Creation Records tuvo algo que ver en la decisión
Mi discográfica y mi mánager me abandonaron. Eran tiempos difíciles y nadie mostraba demasiado interés en mí, así que me dediqué a hacer las cosas por mi cuenta: grabar a otras personas, aprender sobre grabación y arreglos… Y eso fue lo que me llevó a desarrollar mi carrera musical. Nunca se toman grandes decisiones. Solo me guío por lo que me hace sentir bien y me permite aprender. Tengo la suerte de que esa mentalidad me ha llevado a vivir situaciones muy creativas. Nunca me preocupo por lo que pudiera estar haciendo en otras circunstancias, solo pienso en cómo puedo ofrecer a alguien lo mejor de mí.
¿Te has sentido más realizado y valorado en un estudio o encima de un escenario?
Ni lo uno ni lo otro. Me encanta aprender sobre música. Me gusta participar. Me gusta formar parte de la creación del sonido y me siento halagado de que se me haya permitido estar rodeado de grandes personas y, de vez en cuando, ayudarles.
¿La gira de presentación de Good Grief está ideada para que la toques en solitario o podremos verte acompañado de una banda?
Por el momento actúo en solitario. Es una manera fácil y asequible de viajar, pero también me da la gran oportunidad de improvisar y de tocar con mayor espontaneidad. Me gusta escuchar las canciones reducidas a su esencia.
Hace unos meses tuve la oportunidad de ver en directo a Robert Foster solo con su guitarra: me gustó mucho, pero eché de menos más ingredientes en el menú…
Creo que sería muy útil que reflexionáramos sobre lo difícil y caro que es actuar en pequeños locales de todo el mundo con un séquito de músicos. Es algo que a todos nos encantaría hacer, pero solo está al alcance de unos pocos. Robert es un músico dotado de un maravilloso talento. Tiene tanta experiencia, que sería más justo apreciarlo y considerar lo difícil y absurdo que hubiera sido intentar recrear unas grabaciones tan hermosas.
Texto: Jon Pagola
Fotos: Eva Vermandel
