Vivos

Herofest- La Frontera (El Hierro)

Máquina

La vida por jugar

El verano nos da una penúltima oportunidad de redención sonora y aventura antes de que septiembre comience a oxidarse en la rutina de un otoño incierto… HeroFest, “un festival único por muchos motivos”, eso dijimos, ¡llegó la hora de comprobarlo!

 

Viernes 6

No es fácil llegar a El Hierro (en mi caso, tres aviones de ida), la más occidental y meridional de las Islas Canarias, la más pequeña (con permiso de La Graciosa) y más joven de todas (un millón de años desde que el magma rajó el fondo marino y una brecha en forma de Y salió a la superficie escupiendo lava), pero os aseguro que, lo verdaderamente difícil, es querer irte. Dejamos atrás el mar de nubes con el majestuoso Teide sobresaliendo, rozando el sol y, poco a poco, el océano choca y acaricia las zonas costeras de malpaíses y acantilados, una extensa *“muralla rocosa” (*Heró, así llamaban los aborígenes a la isla) que, desde el cielo, nos muestra también el contraste y riqueza verde de sus bosques de laurisilva y pino canario.

Aterrizamos y nos reciben con los brazos abiertos, el carácter y la hospitalidad de los herreños y herreñas nos gana a la primera. Todo listo en la localidad de La Frontera para que suene y sane la música, con un ecléctico y equilibrado cartel con nombres punteros nacionales, artistas y bandas canarias de primer nivel, y un par de formaciones internacionales que harán que se despierte más de un volcán. Y sí, todos los conciertos son gratuitos.

Baked Belda

Preparado el escenario en la plaza Tigaday, con impresionantes vistas del océano y el inmenso risco al fondo. El baile comienza (y no para) con el Baked Belda, dj con flow y buenas vibras para dar y regalar que conecta con el público desde el primer parpadeo. No dejará de sorprendernos con aditivos remixes (hasta a Bob Dylan lo pone a mover las caderas) y una balacera de temazos continua entre concierto y concierto; un cuidadísimo set donde laten muy fuerte los ritmos del mundo, con África y Sudamérica en la cresta de la ola.

Las buenas energías siguen fluyendo con el artista argentino y ya chicharrero de adopción, Molina, que demuestra tablas y disfrute en cada interpretación, voz al viento y eléctrica en mano.  Más de veinte años de escenarios le avalan, a este lado y al otro del charco, con Morirán Todos! como último proyecto conocido, y hoy, el productor y multiinstrumentista de Mendoza, en formato trío (Alejandro Garmendia a la batería y Daniel Sequera a los sintes), se reinventa y renace una vez más en un show en el que no hace prisioneros, sudando ilusión y honestidad en cada fresca embestida de pop-rock sintetizado.

Molina

Otros isleños que queman las naves nada más pisar el escenario del HeroFest son los tinerfeños Mollo & The Freestyle Poodoo Experts, provocando los primeros temblores de tierra a base de una tormenta de riffs y el rock más salvaje y visceral, con un plus de funky y aromas Motown. Se nota que se cayeron de pequeños en una marmita de jam psicodélica y, en formato clásico, batería, guitarra, bajo y poderosa voz, pandereta a punto de estallar incluida, recorren pistas incendiarias de sus dos EPs hasta la fecha, “Supermal 33” (2021) y el aún humeante “Beat the buzzer” (2023); como meteoritos ardiendo no caen encima piezas como “Ruthless” o “Strikes & gutters”.

Guadalupe Plata

Las ascuas están perfectas y el olor a azufre y otros aromas de inframundo, empieza a mezclarse con el humo que crece, como rojizas enredaderas de resplandeciente oscuridad en la noche… El plato fuerte de esta primera jornada, el dúo más genuino de Úbeda, Guadalupe Plata, Pedro de Dios y Carlos Jimeno, salen a escena junto a Luis Aróstegui, “El Pantera”, botella de anís y tenedor en mano, todos de negro, ese color que tan bien los define. Comienzan con la bellísima e inquietante serenidad de “Stabat mater”, himno revisitado de la Cofradía de La Soledad de Úbeda, con extra de pátina funesta y fronteriza, pieza instrumental que cierra el que hasta hoy es el último álbum de la banda, homónimo (como siempre) de 2023. “El fuego está encendido, brilla como el sol”, pues eso, ¡a arder toca! De los aullidos de ese cover de Howling Wolf que les viene como anillo en llamas al dedo, “No hay dónde ir”, a la exorcizada versión de “La cigüeña”, clásico de Agapito Marazuela que parece haber sido escrita para que Guadalupe la empapara de negritud, brisa Tex-Mex y blues andalusí en vena; pasando por el folklore chileno en una hechizante “Lo mataron” (relectura de “El afuerino” de Roberto Parra) que invita a danzar a la isla al completo de la mano de los muertos.

Ya “no hay demonio que nos pueda gobernar” y las llamas crecen y crecen en La Frontera a ritmo de blues pantanoso y boogie del averno sin tregua, con otro tridente ganador: “Nunca llueve como truena”, “Huele a rata” y “Duermo con serpientes”. Nos dan un respiro con la hipnótica y adictiva “El Cóndor pasa”, folklore peruano filtrado por la nocturnidad de los ubetenses y aires de película del Oeste, para terminar por rematarnos en la recta final, acelerando y maldiciendo en “Rata” malnacida, abrasándonos con la fiebre de ese amor inextinguible en el fuego lento de “Tengo el diablo en el cuerpo”, bailando bajo la lluvia de “Serpientes negras” y, como broche y tiro de gracia, una desenfrenada “Baby, me vuelves loco” que aún nos da vueltas en la cabeza. Únicos e irrepetibles.

Dyatlov

Siga el baile y la electrónica más oscura y combativa se abre paso y nos absorbe bajo el huracán de cajas de ritmos, sintetizadores y las letras afiladas del dúo tinerfeño Dyatlov, Carlos y Déborah. Una rave endiablada a base de potentes visuales, dentelladas electro-punk y crudo techno berlinés que nos centrifuga el corazón en cada embestida y balacera de beat. Con dos discos bajo las alas, “Invitados en número perturbador” (2021) y “Tenía la rara virtud de no existir por completo” (2023), y trabajando ya en piezas de un tercer artefacto incendiario, nos dejan con quemaduras y la dosis perfecta de veneno en el cuerpo para seguir en la deseosa espera de mucho más. Tarareando “Lluvia selectiva” de Dyatlov nos retiramos, con esa doliente frase retumbando en la madrugada de una primera jornada para el recuerdo: “El amor de su vida fue tan solo una película”.

 

Sábado 8

 La película continúa y esta segunda parte estará a la altura de la primera o incluso la mejorará por momentos. La jornada comienza pronto y casi nos teletransportamos en nuestro DeLorean particular bajando hacia La Maceta, lugar costero donde, en el restaurante Aguaviva (con impresionantes vistas y piscinas naturales de ensueño a sus pies para darte el baño de tu vida) comenzará la música y todo lo demás.

De nuevo Baked Belda pinchando y poniéndole banda sonora a los paisajes indescriptibles, a la gastronomía local y a las primeras cervezas y vinos del día. Con el estómago lleno y el latir contento, Fajardo inicia uno de esos conciertos que paran el tiempo y disipan nubarrones, a capella, con un canto libre de las montañas, en pie, golpeándose el pecho con el micro y provocándonos el primer pellizco colectivo. Acústica en mano, sigue el trance y el sortilegio sonoro derribando “Mil muros” y, desde que esas “salamandras se escabullen” entre las nubes y el radiante cielo azul que nos acoge, caemos rendidos a su voz. Y es que, no es que despierte volcanes, sino que su garganta y vibrante rasgueo de guitarra existen, nos hieren y sanan, por el palpitante magma que le crece en sus adentros y rezuma en cada fraseo, en cada susurro y grito desesperado.

Fajardo

Sin nuestros despojos o con ellos, falta vida que jugar y a eso hemos venido. “Todas las sílabas / nos dejan sin nada más / que decir…”, se suma Alba Gil con su saxofón y nos regalan una interpretación a tumba abierta de “Todas las sílabas” que corta la respiración, seguida de “ese amor que nos destruye al pasar, fluyendo como negra lava…”, un “Volcán” que nos lleva por delante y hace que la colada de recuerdos, al rojo vivo, se convierta en vapor al contacto con el océano que nos abraza en La Maceta; y “abrimos los ojos de par en par y…”, sí que hay gente, visiblemente emocionada y unida por los sentimientos que despierta la música a corazón abierto. Suena y flotamos en “Deidad”, pero son especialmente dos piezas las que terminan por dejarnos hondo surco en el pecho y desbordan y funden los ríos de muchos ojos: unas “malagueñas majoreras” que nos estrujan por dentro a ritmo de verdiales (con el maestro Morente sonriendo en el ambiente), y esa siempre añorada derrota del miedo y del dolor en una hermosísima interpretación sin mañana a la vista de “Batalla vencida”, en la que nos habríamos quedado a vivir hasta la próxima edición del HeroFest. Alzamos copas al aire y nos aferramos a ese penúltimo verso que marca el camino, “vámonos a algún sitio a reír”. Si por un casual no has escuchado a Fajardo o no lo has visto en directo, date ese regalo/vida extra cuanto antes puedas.

Arube

Volvemos a la plaza Tigaday y nos esperan dos proyectos canarios de relumbrón, primero abren fuego Arube, formación compuesta por tres talentosas y jóvenes artistas: Alba Gil Aceytuno (saxofón, cuyo proyecto en solitario es Aguayro), Belén Álvarez Doreste (teclado en Lajalada) y Xerach Peñate (batería y percusionistas, con proyecto en solitario de mismo nombre y mil batallas más). Folklore, pop luminoso y vaporosa electrónica que eriza la piel, un “Balaso” en el corazón, emocionante y emocionado que conecta con el público de principio a fin. Fundiendo voces y armonía que hasta hacen que, magia, “Nieve en verano”. Y si le cogemos la matrícula a Arube, hacemos lo propio con el súper combo Rabiche, conformado por algunos de los músicos más interesantes de la escena alternativa canaria, todos con dilatadas y contrastadas carreras a sus espaldas: el tinerfeño Diego Hernández a la voz, guitarras y tejiendo paisajes fronterizos al lapsteel; el omnipresente majorero José Antonio “Fajardo”, voz y guitarras; el tinerfeño Jorge Hernández al bajo, guitarras y coros; Manuel Campos, desde Madrid al piano, teclados, sinte y xilófono; y Carlos Pérez a la batería y percusión. Desgranan las canciones de su debut homónimo y vuelan tan alto y libres como esa salvaje paloma endémica del archipiélago canario que les da nombre. Folk-rock, slowcore y postrock agitado suavemente, como si Khruangbin, los Hermanos Gutiérrez y Wilco se fueran de guachinches por La Orotava y La Matanza, o de ruta vinícola por La Geria y terminaran de jam nocturna dentro de un volcán, con la única luz de un cielo minado de estrellas que les baña por su cráter. Fajardo y Diego intercambian voces y hechizos en temas como “Hoy pensé”, “Quinquel”, “Homenajes” o “Universo fatal”, con recuerdo reivindicativo para todo los que “no llegan a la isla en avión” en la sentida “Ayuda”.

Melts

La psicodelia más atmosférica y el noise más envolvente y espectral nos conquista de la mano de la banda mexicana Melts, uno de los grandes descubrimientos de este HeroFest 2024. Onírico shoegaze y sonido espacial que nos explota en la cara (como al astronauta de 2001) en mil colores, a base de un magnético tornado de delays, reverbs y distorsiones que nos despegan del suelo una y otra vez. El quinteto de Ciudad de México se vacía en el escenario y nos ofrece todo su repertorio, dejándonos con ganas de más y a la espera quedamos de que, antes que tarde, llegue su disco debut.

Otro de los nombres internacionales por los que poníamos la mano en el fuego y estábamos seguros de que harían saltar por los aires la noche del sábado, eran los portugueses Maquina. Tuvimos la suerte de verlos en Sevilla, en el pasado Monkey Week y, aunque tocaron a altas horas de la madrugada, ardió el famoso escenario de la pista de coches de choque, lleno hasta la bandera… El trío lisboeta, Tomás Leal de Brito al bajo, Halison Luan Peres a la batería y voz, y João Miguel Ferreira Cavalheiro a la guitarra y pedales, son pura combustión instantánea nada más pisar las tablas, un dragón de tres cabezas que escupe llamaradas sin pausa, de inicio a fin. Una máquina oscura y sudorosa de baile, con una batería que hace girar a la luna a cada golpe, como si fuera una bola de espejos en llamas, mientras una sucia y adictiva línea de bajo en bucle nos revienta el pecho y, la afilada guitarra, nos zarandea en medio de una balacera de riffs y enjambre de distorsiones, con una voz fantasmagórica que aúlla y grita sobre una nebulosa de reverbs y cortantes texturas lo-fi. Imposible escapar, fuego baila conmigo y eso hacemos en la rave que montan en pocos parpadeos, entrelazando las pistas de su hipnótico debut “Dirty tracks for clubbing” (2023) con las de su flamante “Prata” (2024). Se respira adrenalina, peligro y frenesí en el ambiente a partes iguales, con pogos y despiporre en la primeras filas, todo bajo un cóctel molotov de krautrock, EBM, psicodelia, nervio punk y brumoso techno industrial que se mete en nuestros cuerpos como el mismo diablo. De los más de diez minutos iniciales de “:.”, a la fulgurante trituradora rítmica de “Desterro” o el abrasivo centrifugado de “Body control” y “Denial”, para terminar de devorarnos con “.”, situándonos en esa fina línea que separa y une el apocalipsis sonoro con una inmersiva pista de baile que arde en el centro de la Tierra y acelera las pulsaciones de la noche hasta límites insospechados.

Máquina

Estamos vivos de milagro y a ver quiénes son los valientes de salir ahora al escenario después del acabose de Maquina… Sólo podían hacerlo ellos, los indiscutibles cabezas de cartel del sábado, los míticos Doctor Explosión, más de 30 años de garage-punk rock y diversión en vena. Jorge Explosión (Muñoz-Cobo) al mando, voz, guitarra y showman incombustible, Dani Montero al bajo y pulso de la banda, César Crespo a la eléctrica más elegante de raíz blusera y Conrado Martín aporreando a la batería el centro de la cámara magmática más cercana. Carisma y rock and roll actitud a raudales, se meten al público en el bolsillo desde el “Insatisfacción” inicial de su último y notabilísimo “Superioridad moral” (2022), pasando por “¡Basura!” de “El loco mundo de los jóvenes” (1994), disco que cumple treinta añazos, para volver de nuevo a “Superioridad moral” con un trío ganador de temas que ya suenan a clásicos: “Apego evitativo”, “El día que David Bowie murió”, cachondo tributo a Bowie y desmitificación del drama que corre por las redes cuando mueren los mitos, y una muy cañera “La polilla”, dedicada a todas y todos los que se quedan en sus pueblos y ciudades, a la gente que no se va a las grandes capitales en busca de identidad…

Doctor Explosion

La madrugada es una parranda de las buenas y con “Drácula Ye-ye” alcanzamos uno de los clímax de la velada, con Jorge bajando del escenario por primera vez, guitarra en mano. La verbena made in Explosión no cesa y vamos de “Olor corporal” a “Chesterfield Childish Club”, riff de “Satisfaction” presente, pasando por las muy celebradas “La Chatunga” y “Surf talibán”, con el público saltando como si no hubiera mañana, los chicos portugueses de Maquina incluidos, previa tregua con la pegadiza y estruja corazones “Hoy una vez más”. El fin de fiesta es de esos que no se olvidan, con locura colectiva de nuevo en “Soy un truhan, soy un señor” y el country “Paleto”, dando paso a los acordes de “Comanche”, con Jorge demostrando tablas y carisma a raudales, con dedicatorias desternillantes y acordándose de muchos de los momentos vividos en estos dos días inolvidables en El Hierro: de “con braga de esparto en la tierra del lagarto”, a recuerdos para el señor del Cabildo, el HiperDino o alguna “estrella” nacida a finales de mayo… y claro, como no, mención especial para nuestros queridos Jose y Cristina, conductores que se ocuparon de que todas y todos estuviéramos, parafraseando a otro músico Doctor, “en el momento y lugar correcto”. Y ahora sí, “Comanche” a todo gas y se bajan los cuatro “Doctor Explosión” con sus instrumentos (Conrado con baquetas y tambor con patas) y se mezclan, sin parar de tocar, entre el público, disminuyendo el sonido y agachándose en el suelo junto a todos los presentes, para terminar con subidón y El Hierro al completo, lagarto gigantes incluidos, saltando y bailando como verdaderos comanches al grito de “Hey Ho Let’s Go”.

De los himnos de los nativos de la Comanchería de Gijón que aún resuenan, a las herreñas y herreños, pasando por el resto de tribus venidas de México, Portugal, todo el Archipiélago Canario y Península al HeroFest, conformando una sóla familia, flechazo colectivo en el pecho nos llevamos. Volveremos a, desde ya, nuestra particular isla del tesoro sonoro. La vida por jugar.

Texto y fotos: David Pérez Marín

 

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda