Discomático

Zach Bryan – The Great American Bar Scene (Warner)

Several old photographs of people in bars centered against a red background.Hablamos muchas veces de artistas incontinentes y, a menudo, se nos olvida Zach Bryan. Es difícil seguir el número de canciones que el de Okinawa ha lanzado desde que en 2022 publicara el enorme – en todos los sentidos – American Heartbreak, que lo llevó al disco de platino y al puesto número 1 de las listas de folk, de country y de rock de Estados Unidos. El disco lo convirtió en una estrella, de forma merecida, y provocó que ganara hasta 4 premios de los Billboard Music Awards de las catorce nominaciones que tuvo. Sumen a eso un Grammy y unos cuantos premios más. No contento con las 34 canciones que incluía el disco, el año pasado publica álbum homónimo con 16 canciones más. Sí, han hecho bien las cuentas. 20 canciones en dos discos, lanzados en dos años seguidos. Pero esperen que The American Bar Scene tiene ¡19 más! Y lo mejor de todo es que mantiene el nivel de una manera asombrosas. Que sea el auténtico liquidador de entradas de la música americana de raíces actualmente, muy por delante de gente como Sturgill Simpson o Cody Jinks no es una sorpresa.

 

Además, el tío los tiene cuadrados, si me permiten la soez. Porque se atreve a iniciar el nuevo álbum con la lectura de un poema. Quizá lo menos comercial que se pueda imaginar. Puestos a poner peros, y ya que hemos empezado, el álbum a ratos es demasiado lineal (quizá «Boons» o «Towers» aportan poco), aunque la emocionalidad de las canciones y su calidad hace que olvidemos pronto esto. Lo que no debemos pasar por alto es que este tío sigue siendo capaz de llenar estadios acompañado muchas veces o, en buena parte de sus conciertos, solo de su guitarra en plan folk Singer. No es baladí que, en el disco, además de John Moreland o John Mayer, colabore Bruce Springsteen, ya que el espíritu de Nebraska sobrevuela todo el trabajo. Incluso, el protagonista de la canción principal pide que pongan «State Trooper» en una jukebox. Pero ojo, no crean que todo el disco es acústico. Rompen el ritmo temas como el medio tiempo «Oak Island» con la aparición de “unos chicos de Jersey” ¿otra vez Bruce? O una divertida «American Nights» que tiene algo de «Atlantic City» en su melodía y en su desarrollo. «Sandpaper», la colaboración del propio Bruce, también tiene algo de su mismo «I’m On Fire». Al menos al principio, pero entonces ¿es esto un homenaje a Springsteen? No necesariamente. Bryan adora a Bruce, es evidente, y parece haber querido definitivamente presentar sus respetos a uno de los máximos culpables de que se dedique a esto. Lo hace, eso sí, desde su estilo. Que lo tiene. Desde la honestidad, que también. Y desde la tranquilidad  que da el tener el mundo rendido a sus pies.

 

Eduardo Izquierdo

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