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Kristonfest – Santana (Bilbao)

 

Monster Magnet

El Kristonfest es la resistencia. Ante la vacuidad de la modernidad musical se agarra fuertemente a la calidad. Ante tanto concierto de esa “música” que prefiero no nombrar (y se nos viene a la cabeza) o del buen rollito de grupo de fusión y desprendiendo una absurda felicidad, he aquí que alguien apuesta por sonidos de verdad, duros, monolíticos, densos y, sobre todo, con bagaje de años bregando por salas defendiendo la intensidad de un Rock con profundidad. Ya sabemos de qué hablamos.

Y salvo las jóvenes esperanzas del futuro, la sala Santana se llenó de veteranas y veteranos del Vietnam musical. Nivel de edad talludito, pero nivel de gusto musical soberbio, para contemplar  a una terna de grupos que en solitario también merecería desplazarse para verlos. Abrieron Unida, ya sin John García en la banda pero liderada por el vocalista Mark Sunshine (luego, feliz de presenciar el resto de bolos entre el público, tipo afable, si) que se desgañitó en una actuación densa, con ritmos repetitivos y muy Stoner. Arthur Seay, el guitarrista calvo y barbudo, nos recordó enormemente a aquel Songwriter Outlaw que acompañó a Shawn James en 2022 por aquí, el artísticamente conocido como Gravedancer. Eso ya nos arrancó una sonrisa sólo por su recuerdo. Pero es que Unida sonó muy bien, con temazos como “Thorn”, “Stray” o “MFNO”, con la que cerraron una actuación perfecta para abrir boca.

Unida

Porque luego era momento de una leyenda. “Pentagram” no se prodiga por estos lares, yo recuerdo Madrid en 2018 y el Azkena Rock Festival de 2012, donde tocaron muy entrada la noche. Ya por aquel entonces Bobby Liebling daba un poco de pavor con ese aspecto físico suyo tan característico. Y en esta ocasión corroboramos que sigue siendo espectral, delgado, con su ingobernable poco pelo gris, una chupa de remaches y los ojos más hundidos que uno haya visto sobre un escenario. Así que todo perfecto, estamos ante una leyenda, disfrutemos de lo que nos vaya a dar. Y dio, pero con la sensación de oportunidad perdida. Gran sonido, gran actitud (dentro de lo que permite su edad) pero quizás el repertorio se dejara fuera clásicos que se esperaba que estuvieran y fue que no. Sí hubo trallazos (“When the screams come” o la apisonadora “Sign of the Wolf”) pero fue una elección de temas que vaya… bien pero algunos faltaron. Incluso “Forever my Queen” resultó más corto y tocado de aquella manera. Hasta hubo que requerir a Bobby su presencia en el escenario para un bis al que no parecía que le apetecía demasiado. Entendemos que la edad es mucha edad y en bastante buena forma y con buena voz le vimos. Suficiente.

Pentagram

Y si Pentagram es Bobby y Bobby es Pentagram, lo mismo podemos decir de Monster Magnet y el amigo Dave. El señor Wyndorf esta vez llegaba en peor forma física que la última que le vimos, en el Azkena Rock Festival de 202, donde parecía recién salido de las fotos promocionales del “God says no” (Joder, esa contraportada lo es todo…). Taburete (físico, físico, no nos equivoquemos), guitarra y atril con cacharrito de hacer ruidos espaciales, esos que tanto le molan. De salida mucha decadencia visual pero cuando empezó a cantar se nos fueron los miedos. El cuerpo a veces sufre mucho castigo pero la voz seguía siendo la misma y la mirada de cabronazo igual.

Así que la sala, repleta de hombres con edades de haber visto muchos conciertos y unas cuantas féminas rockeras de las de chupas con calaveras (siempre las mejores) empezó a recibir su merecido en forma de canciones tan esperadas como reclamadas. Y todas ellas acompañadas de imágenes de películas chungas de Serie B (“Werewolves on wheels”, moteros hombres lobo y otras de ocultismo con folleteo explícito) junto al bombardeo de “Apocalypse Now” (Charlie no hace Surf y el Coronel  Bill Kilgore si), amén de rollos psicodélicos o espaciales muy de Monster Magnet.

Abriendo con “Dopes to Infinity” basaron todo el repertorio en canciones de cuatro discos: dos de “Spine of God (1992), tres de “Superjudge (1993)”, cuatro temas de “Dopes to Infinity (1995)” y tres de “Powertrip (1998)”. Nada de este siglo, toma ya. Tremendos “Look to your orb for the warning” y “Negasonic teenage Warhead” (me viene la mutante del mismo nombre de “Deadpool 2” a la cabeza), junto a la paranoia de “Ego, the living planet” (aquí ya es cosa de “Guardianes de la galaxia” y la sonrisa de Kurt Russell).

Pero si en 2018 Wyndorf aquí mismo quitó del repertorio “Spine of God”, esta vez se animó para clavarla, una canción densa, larga y muy psicodélica que fue un corta rollos importante. Hay quienes fliparon con ella pero el nivel de atención para la mayoría se fue diluyendo. Pero nada que no se pueda arreglar, tras una perorata y metiendo ese enorme riff  acústico clásico varias veces: “Space Lord” nos destrozó la garganta, porque acabamos a grito pelado con el “Space Lord Mother Mother”. El platillo volante (con nuevos tripulantes) de Wyndorf volvió a elevarse y nos dejó en tierra con esa mirada afilada de quienes han visto y conocen la verdad que nos regala el Monstruo Magnético.

Texto: Michel Ramone

Fotos: Dena Flows

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