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Camera Obscura – Sala Upload (Barcelona)

 

Corazones listos para ser destartalados se enfilan hacia el Poble Espanyol, sin intuir la bienvenida con la que se les espera: vosotros por la puerta pequeña, ¡outsiders! A imitación de las tiendas de juguetes, resulta que la muralla cuenta, en un lateral, con otra puerta, más tímida, más similar a una grieta; destinada a quienes todavía sueñan, disciernen matices y, pese a ir a un concierto sold out, continúan siendo minoría. De uno en uno por la estrechez, pues, van entrando estos románticos que persigo, sellados con un rombo en la muñeca que rápido los abisma a Camera Obscura.

Las flores de la camisa de Campbell se pierden de golpe. ¿Camisa? ¿No será chaqueta? A saber. Imposible controlar estos detalles cuando no se ve. Ponerse de puntillas aquí es el nuevo pestañear, ¡cuánta gente! ¡Y de tan escandalosas alturas! Por suerte, ningún cogote es capaz todavía de taparme los oídos: “Liberty Print” es la canción que abre la noche y con la que la singular banda escocesa demuestra no haber viajado hasta aquí para suscitar nostalgias, qué más quisierais; nos visita, de hecho, para que miremos el presente desde el prisma de su nuevo álbum, Look To The East, Look To The West, cuya continuidad, respecto a Desire Lines, contiene once años de elipsis casi, casi imperceptible.

Continúan los de Glasgow alternando épocas, sensaciones y temas como “Let’s Get Out Of This Country”, detonante de una avalancha mental de mudanzas, que no tarda en acrecentar “Swans” y su tentadora línea Maybe you should travel with me. Hábiles para entrelazar canciones, no se relajan tampoco a la hora de llevar a cabo la puesta en escena, donde, aunque prima la sencillez, presentan un escenario atestado; y no de aros, luces o psicodélicas imágenes, como acostumbramos a ver; no, ¡atestado de músicos!, como una orquesta. Los seis integrantes ocupan el espacio en bloques escultóricos, de lo que podría salir perfectamente una exposición minimalista, insólita por lo que tendría de musical y simpática.

Entre canción y canción, una mujer aprovecha para desgarrarse la voz anunciando que es su cumpleaños. Luego de un poco más de insistencia por su parte, la sala se presta a un Happy Birthday, al cual la banda responde con “Teenager”, canción que ya tenían prevista, pero que desde ese momento suma una nueva capa de ironía. Los espontáneos, locos, intrusos, en este concierto, con todo, parece que escasean, o, por lo menos, no son tan evidentes, tan humanos. Molestan más los focos disparados a traición contra nuestras caras, que ciegan lo poco que ya vemos.

Luego de un largo trance repitiendo el mantra We’re gonna make it in a man’s world, no hace falta que comente la efusividad del público en cuanto comienzan a sonar himnos como “French Navy” y “Lloyd, I’m Ready To Be Heartbroken”. En referencia a esta última canción, nunca sé del todo si quienes la cantan con tanta intensidad la disfrutan, la maldicen o solo celebran que de nuevo han logrado perdonarla.

La agridulce voz de Tracyanne se despide, al fin, entre el desencanto de “Razzle Dazzle Rose” y la felicidad de lo que ella misma expresa como haber pasado, con nosotros, un lovely time. Con suma dulzura, y la misma falta de piedad, Camera Obscura nos deja, después de una fantástica noche, quien sabe si a la espera de otros once años más.

 

Texto y fotos: Sara Moa

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